15 julio, 2014
Hoy, Filloy
Se cumplen 14 años del deceso de un escritor prolífico y genial aunque aún poco reconocido dentro de la literatura nacional, el cordobés Juan Filloy, juez, erudito y polígrafo que murió a los 105 años dejando más de 27 novelas publicadas y algunas decenas más por editar.

Se cumplen 14 años del deceso de un escritor prolífico y genial aunque aún poco reconocido dentro de la literatura nacional, el cordobés Juan Filloy, juez, erudito y polígrafo que murió a los 105 años dejando más de 27 novelas publicadas y algunas decenas más por editar.
Un 1 de agosto de 1894 (5 años antes que Borges) nacía en el pueblo de General Paz, al noroeste de la ciudad de Córdoba Juan Filloy, hijo de padre español y madre francesa. Su primera infancia la pasó en el negocio familiar de ramos generales y despacho de bebidas. En 1912 sus padres fundan el bar, cine y teatro Imperial, que nunca generó demasiadas ganancias pero fue un bastión cultural de la región. En 1913 fue socio fundador del Club Atlético Talleres, aunque nunca jugó al fútbol.
En su juventud Filloy fue parte de la lucha por la Reforma universitaria de 1918, mientras cursaba la carrera de abogacía en la Universidad Nacional de Córdoba. Se recibió en 1919 y en 1921 logró una designación para un juzgado en la ciudad de Río Cuarto, donde vivió 64 años, recorrió todos los escalafones judiciales y produjo casi la totalidad de su obra literaria. En esta ciudad también fundó el Museo de Bellas Artes y el Golf Club, deporte que tampoco practicó jamás.
Su producción literaria se compone de 54 libros (de los que sólo la mitad están editados) y transita por todos los géneros: novela, cuento, artículo, ensayo, traducción, poesía, teatro, relato, nouvelle, historia. Todos sus libros tienen títulos de siete letras y escribió por lo menos uno que comienza con cada letra del alfabeto. De entre los publicados podemos mencionar: Periplo (1930), ¡Estafen! (1931), Balumba (1932), Op Oloop (1934, considerada pornográfica por el intendente porteño de la época), Caterva (1938), Yo, yo y yo (1971), La potra (1973), Vil & Vil (1975, prohibida rápidamente por la dictadura), Tal cual (1980), Gentuza (1991), La purga (1994), Sexamor (1996) y Sonetos (1996).
En el caso de los sonetos supo decir que “se plantó” en 896 porque Lope de Vega, que había escrito 1200, le ganaba. Muchos de éstos están organizados en la forma de “megasonetos”, según supo explicar Filloy, “una colección de 14 series de 14 sonetos, de modo que cada megasoneto tiene 96 sonetos”. Por lo menos cuatro de sus libros inéditos (Nepente, Todavía, Item más y Revenar) pertenecen a este género poético particular.
Entre finales de los años 30 y fines de los 60, mientras ejerció como juez, dejó de publicar pero no de producir maniáticamente. Filloy solía explicar el parate de diversas maneras. “Yo no podía cometer la tontería de caer en las sanciones del artículo 218 que a mí, como juez, me correspondía aplicar”, le dijo al poeta Ricardo Zelarrayán en una entrevista. Otra vez afirmó: “Hay un artículo en el Código donde la publicación de pornografía es punida. Como juez he hecho todo lo posible para que los libros que tuvieran coprolalia no estuvieran al alcance de la prensa. Por eso se hicieron ediciones privadas, que eran dedicadas personalmente, de modo estricto, a mis amigos”.
Aquellas ediciones son objetos de colección y casi imposibles de conseguir (aunque aún pueden verse, con algo de suerte, en las mesas de saldos ediciones sesenteras de Paidós de un par de sus títulos más conocidos). Por suerte la jóven editorial «El cuenco de Plata» ha comenzado a publicar en 2004 al polígrafo cordobés en su Biblioteca Juan Filloy. Ya circulan 13 títulos, algunos con segundas y terceras ediciones, para comenzar a reparar una deuda histórica con uno de los escritores más venerados por pequeños círculos de culto pero menos leído de la literatura argentina.
Otro de los pasatiempos del incansable Filloy eran los palíndromos (palabras o frases que se leen igual empezando por atrás o por adelante, del tipo “Anita, la gorda lagartona, no traga la droga latina” o “Salta Lenin el atlas”), género en el que desataba sus infinitas capacidades lúdicas. Posee el récord de haber publicado más de 8000, lo que lo convierte en segundo mayor creador de palíndromos en lengua castellana.
El escritor chaqueño Mempo Giardinelli, quien lo frecuentó, lo recuerda como “Verborrágico, caudaloso como una catarata, tiene una precisión absoluta en el uso del idioma, y ahonda en la riqueza de posibilidades expresivas de nuestra lengua. No existe escritor en castellano que utilice el lenguaje, textualmente, como lo hace él, ni hay prosa más perfecta que la suya. Por eso es tan difícil leerlo, por eso es tan árido. A Filloy es imposible comprenderlo sin la asistencia del Diccionario de la Lengua”.
Y, estableciendo una genealogía casi secreta dentro de la literatura nacional, Giardinelli agregaba: “Sus relaciones, tanto literarias como personales, con otros autores han sido -para decirlo de alguna manera- curiosas. La influencia de Filloy sobre sus contemporáneos es mucho más evidente que admitida. De hecho, algunas de las obras más importantes de la narrativa argentina de las últimas décadas tienen deudas con la producción filloyana, aunque en ningún caso esa influencia ha sido estudiada y mucho menos admitida. Filloy es un antecedente irrefutable de las obras de Marechal y de Julio Cortázar, entre otros. Es obvio que Marechal se inspiró en Op Oloop para su novela El banquete de Severo Arcángelo, del mismo modo que es evidente la deuda que tiene lingüísticamente Adán Buenosayres con Caterva. Es obvio que Rayuela y otros textos de Cortázar acaso no se hubieran escrito sin Caterva y otros textos de Filloy detrás. Cortázar lo conocía bien: en Rayuela lo menciona y en cierto modo sus clochards recuerdan a los linyeras de Caterva. Claro que Cortázar tuvo la delicadeza de hablar siempre maravillas de Filloy. Como fuere, es una verdadera lástima que la crítica latinoamericana no haya estudiado la influencia de Filloy en estos y otros autores. Un estudio de correspondencias intertextuales entre Filloy, Cortázar, Marechal, Borges, y muchos otros, arrojaría resultados asombrosos…”.
Este autor incansable, humorístico y erudito como pocos, algunas veces confesaba que pretendía ser un escritor de tres siglos: “uno que nació en el diecinueve, vive todo el veinte y alcanza a gatear en el siglo veintiuno”. Éste fue otro logro imposible de igualar conquistado por Filloy, quien murió un 15 de julio de 2000 mientras dormía la siesta, pocos días antes de cumplir 106 años.
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