10 julio, 2014
Miércoles de ceniza
Por Dafne Melo. ¿Qué pasó? Me preguntan algunos amigos argentinos por mensajes, en tono solidario, dejando la rivalidad a un costado, lo que mostró la gravedad de la situación. Con excepción de los cuatro apostadores de casas inglesas que acertaron el 7 a 1, nadie preveía la masacre de este martes.

Por Dafne Melo*. ¿Qué pasó? Me preguntan algunos amigos argentinos por mensajes, en tono solidario, dejando la rivalidad a un costado, lo que mostró la gravedad de la situación. Con excepción de los cuatro apostadores de casas inglesas que acertaron el 7 a 1, nadie preveía la masacre de este martes.
Sin embargo, para los que entienden un poco de fútbol y pueden dejar la pasión por algunos minutos, se sabía que la victoria brasileña era improbable, no solo porque no veníamos jugando bien, si no también por méritos de Alemania, un equipo que hace diez años se prepara para este Mundial, desde que perdieron con nosotros en 2002.
Es fácil hablar con el diario de lunes en la mano, pero algunos amigos argentinos no me dejarán mentir. Vivo acá hace un par de años y siempre que escuchaba un “vamos a ganarles en el Maracana”, yo decía: “No vamos a llegar a la final, con nosotros no la van a jugar”. Y cuando me preguntaban el por qué, decía que con Felipão no se podía ir ni a la esquina, qué decir a una final de Mundial.
Muchos periodistas deportivos serios en Brasil venían diciendo antes del Mundial que desde el punto de vista táctico, el equipo tenía que mejorar. Que la Copa de las Confederaciones no era parámetro de nada y que Felipão era (y es) un entrenador totalmente obsoleto en un fútbol que se profesionaliza y cambia cada día. En el cual “el peso de la camiseta” y “la raza” ceden lugar a la planificación y la prepotencia de trabajo (claro, siempre acompañada de muchos millones de dólares).
Bueno, pero técnico obsoleto no explica 7 a 1.
7 a 1.
7 a 1.
(Paréntesis para un chiste, ya que si hay una cosa que los brasileños sabemos hacer – para bien y para mal – es reírnos de nosotros mismos. Pidamos a Capusotto que haga un sketch del “¡7 a 1 con Alemania! ¡Que renuncie la guerrillera Dilma!”. Es exactamente lo que la derecha está haciendo ahora. Pero no. Ese resultado NO va a influenciar las elecciones, pero no me voy a ahondar en esa discusión ahora).
¿Qué explica, entonces, este resultado? Muchos factores que se mezclan de una forma que es difícil identificar donde el hilo empezó a enredarse, pero la verdad es que ya hace años que la selección decepciona, llegando solamente a los cuartos en 2006 y 2010. Ya la masacre de 2014 es uno de esos casos en que además de una decena de errores graves, se suman unas trescientas variables que te juegan en contra.
Pero no esquivemos el bulto: Brasil tiene una comisión técnica obsoleta, soberbia. Hoy, muchos dicen, no hay DTs capaces de comandar (bien) la selección. La prensa brasileña criticó bastante algunas convocatorias en su momento. Y el martes, según los mejores periodistas deportivos brasileños, las opciones de Felipão para sanar la falta de Neymar y Tiago Silva, fueron suicidas.
(Me permito otro paréntesis: cuentan que en 1994 los jugadores estaban muy tensos antes de la final con Italia. Ricardo Rocha, lastimado, hizo un discurso y dijo que Brasil tenía que jugar como los “kawasakis” chinos que daban la vida por el país. Romario lo interrumpe en medio al silencio y dice: “¿No son los kamikazes? ¿No eran japoneses?”. Y todos se estallan de risa en el vestuario y entran más relajados al campo. Los de 1994, los “kawasakis”. Los de 2014 fueron los kamikazes de hecho).
El martes, cuando la cámara mostró los jugadores en fila en el vestuario antes de entrar, y vi las caras que tenían, tuve la certeza de que perderíamos. Quise decirlo, pero opté por un eufemismo. “Qué cara de entierro que tienen esos pibes”.
Esa imagen de la cara de los jugadores no salía de mi cabeza. Me pregunto: esos jugadores, que fueron y son entrenados por los mejores DTs del mundo, ¿no sabían ahí en ese momento que estaban entrando mal armados contra la selección que más se preparó para este Mundial? ¿Explicaría eso la apatía total con la cual jugaron? Tenían cara de quien fue puesto en una trampa. Peor: una trampa hecha en casa.
Como bien afirmó un periodista por acá, no es el factor psicológico que interfirió en lo táctico. Es al revés. Es decir: estos jugadores estallaron psicológicamente por saber que tenían el peso de ganar ese Mundial con un esquema táctico pifiado. Y eso es que les generó tanta debilidad emocional.
¿Y cómo puede ser que Brasil no se haya preparado de la mejor forma posible para SU Mundial? Dos elementos pueden explicarlo. Uno es la soberbia. Me limito a reproducir la linda metáfora de Douglas Ceconello del portal brasileño sobre fútbol latinoamericano, Impedimento: “El actual complejo de perro grande transformó a la selección brasileña en un parche de lo que ya fue, como un deprimente bon vivant en bancarrota que tambalea de bar en bar con un raje roto narrando sus grandes hechos del pasado, contando con la buena voluntad ajena para mantener el pico mojado”.
Bueno, ¿la soberbia explica que la Confederación Brasileña de Fútbol haya contratado un técnico obsoleto que metió a Palmeiras en la serie B del Brasileirão? No enteramente, pero explica en parte.
Quizás me equivoco, porque no estuve en Brasil en los años y meses que antecedieron el Mundial, pero el martes se me ocurrió que los brasileños y brasileñas se preocuparon tanto por si íbamos a poder ser capaces de realizar el Mundial en términos de infraestructura, si iba a haber manifestaciones o no, que se olvidaron de la selección. Se olvidaron del fútbol en este Mundial. Repito la frase: los brasileños y brasileñas se olvidaron del fútbol en este Mundial. La derecha fogoneó como nunca el discurso colonizador de que Brasil era incapaz de hacerlo, que pasaríamos “vergüenza”, que la incapacidad de hacer un buen Mundial sería un “vejamen”, que sería una guerra, una catástrofe.
Y bueno, el Mundial, según dice la prensa mundial, fue un suceso. El vejamen fue donde menos esperábamos. Sí, como dije antes, nunca creí en la victoria brasileña en este Mundial. ¿Pero 7 a 1?
Sí, 7 a 1. Si hubiésemos perdido con la diferencia de 1 o 2 goles, hoy la comisión técnica no tendría que haber salido a dar explicaciones. Perdimos con un equipo mejor, dirían, listo. Todo seguiría igual. Es el tamaño de la derrota lo que necesitábamos para empezar a cambiar TODO. ¿Vamos a cambiar todo? En ese miércoles de ceniza que la resaca pega fuerte más que en cualquier miércoles después del carnaval, ¿tendremos la oportunidad de renacer como el Fénix?
El martes sentí pena por mi viejo, que vio Brasil salir campeón las cinco veces y tuvo que ver también al día más triste para el fútbol brasileño. A los 32 años tuve suerte de ver Brasil ir a la final 3 veces y ganar 2 veces el Mundial. Me di cuenta de la suerte que tengo. Esos pibes llorando el martes en la cancha van a tardar mucho para ver Brasil levantar la copa de nuevo.
Barbosa, el arquero de 1950, fue absuelto. Qué descanse en paz.
* Periodista brasileña – @daflpmm
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