Fútbol

19 junio, 2014

El adiós y la semilla

La durísima caída ante Holanda por 5 a 1 en el inicio de la Copa del Mundo anticipó una sensación que venía flotando en el aire: la selección española, ganadora de las últimas dos Eurocopas y de Sudáfrica 2010, se acercaba a un fin de ciclo. Un fin de ciclo que no implicaba el fin de una idea o de un proyecto futbolístico, sino de una generación única que dejó una huella imborrable a nivel mundial.

La durísima caída ante Holanda por 5 a 1 en el inicio de la Copa del Mundo anticipó una sensación que venía flotando en el aire: la selección española, ganadora de las últimas dos Eurocopas y de Sudáfrica 2010, se acercaba a un fin de ciclo. Un fin de ciclo que no implicaba el fin de una idea o de un proyecto futbolístico, sino de una generación única que dejó una huella imborrable a nivel mundial.

Con un desgaste anímico y físico importantes, con ese “aburguesamiento” inconsciente de aquel que lo ganó todo, con cada vez más equipos capaces de encontrar las fórmulas para quebrar la propuesta de los dirigidos por Vicente Del Bosque, España sabía que afrontaba un desafío complicado: seguir manteniéndose en lo alto con lo mismo. No lo logró. El miércoles, la selección de Chile le propinó un nuevo golpe en el Maracaná y le sacó pasajes a Madrid más pronto de lo esperado.

Había señales en la previa, pero con el diario del lunes esa crítica, esa leña del árbol caído – que no pretendemos hacer – es fácil. De un lado, lo anímico. Los futbolistas del Barcelona, la base de este equipo, venían de una temporada para el olvido. La Selección no les sirvió para recomponer, sino que agudizó sus rendimientos, con la excepción de ese monstruo que es Iniesta. Del otro, lo físico. La parte proveniente de los equipos madridistas llegó agotada por un calendario ultra exigente (algo que la FIFA deberá revisar si desea que sus estrellas lleguen en buen estado a la competición máxima). Pero Del Bosque no podía cambiar ahora.

Esos jugadores llevaron a España a un lugar inédito en su historia y un con valor poco ponderado, como es la gratitud, actuó en la conformación del plantel. La renovación estaba planteada, pero sería después del Mundial. Con una nueva gran actuación detrás o con un palazo. Lamentablemente fue de la última forma. Afortunadamente, pese a titulares grandilocuentes, la prensa española en sus análisis respetó el legado: gracias, gracias y más gracias.

Y hacia allí queríamos ir. La eliminación ya está, ahora España deberá jugar por el honor ante Australia y volver a casa para reflexionar. Empezará de nuevo con el afán de seguir ubicado en los primeros planos, como casi nunca lo estuvo a nivel fútbol salvo hasta estos últimos años. Pero lo que sigue vigente y este Mundial es una demostración palpable de esto, es su propuesta.

Después de un campeón como Italia en 2006, antecedido por una insólita consagración griega en la Eurocopa dos años antes, aparecía instalada una manera de ganar más destructiva que constructiva. España lo empezó a cambiar todo. El Barcelona potenció ese estilo hasta convertirlo en paradigma.

El comienzo de esta Copa del Mundo está trayendo partidos muy atractivos, con propuestas que piensan más en el arco de enfrente que en cortar el juego del rival. No es que se repite un “barcelonismo” o un “españolismo”, pero sí una concepción de que la posesión del balón y el uso criterioso de ella (más allá de mayores o menores niveles de verticalismo) son un mejor camino para ganar. El ejemplo sorpresivo de eso es Italia, que ha pasado del histórico catenaccio a un fútbol vistoso y elegante bajo el liderazgo de Andrea Pirlo.

La propia selección argentina se percató en apenas 45 minutos que poner más hombres en la defensa para solucionar un problema a esta altura irresoluble era más inconducente que juntar a todos los que tienen buen pie para, como bien dijo el astro Messi, “no pensar en lo que haga el rival”. Desde luego que no se plantea llevar esa perspectiva al extremo, pero esos recaudos actuaron en perjuicio de lo que puede dar el equipo de Sabella.

Por otra parte, vemos en Brasil un caso particular. Casi como una extrañeza, la realidad es que la verdeamarela tiene menor cantidad de buenos jugadores de mitad de cancha hacia adelante respecto a su propia historia y a un montón de otros equipos. Por eso su fútbol es deficiente hasta el momento.

La semilla de España quedó sembrada. Su tempranero adiós es la consecuencia de un desgaste de un grupo determinado. Algunos plantearán que se abre un nuevo paradigma, pero en todo caso ese nacimiento se apoya en raíces de buen fútbol, aunque le puedan agregar diversos aportes (¿o acaso el Real Madrid de Ancelotti juega como el de Mourinho?). Las ideas están más vivas que nunca.

Brasil 2014 ya se vislumbra como un Mundial a ser recordado no por ningún experimento de laboratorio, sino porque muchos equipos se plantean ser ofensivos para conseguir sus objetivos. Así que mientras le decimos chau a España, bien vale un gracias España.

 

Sebastián Tafuro – @tafurel

 

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