Fútbol

14 junio, 2014

Holanda tuvo el hambre que le faltó a España

La Naranja le dio una lección de fútbol a la Roja, a base de voluntad, intensidad y ganas de superar al equipo que lo había privado de la Copa del Mundo cuatro años antes. El 5-1 no responde al trámite del partido, pero sí a la mentalidad con la que uno y otro lo jugaron.

La Naranja le dio una lección de fútbol a la Roja, a base de voluntad, intensidad y ganas de superar al equipo que lo había privado de la Copa del Mundo cuatro años antes. El 5-1 no responde al trámite del partido, pero sí a la mentalidad con la que uno y otro lo jugaron.

Es preferible evitar los lugares comunes. Pero también es necesario que se diga aquella obviedad de que la venganza es un plato que se sirve frío. Porque Holanda fue conciente de eso, y salió con hambre de recuperar el honor perdido en la final de Sudáfrica 2010. Ese fue un partido que no solo le significó a la Naranja el desperdicio de otra oportunidad para quedarse con la Copa del Mundo; fue además una afrenta a su identidad, un ataque directo a la memoria del fútbol total, materializado de manera inolvidable en la patada de De Jong al pecho de Xabi Alonso.

España, en cambio, no tuvo presente lo más reciente de la historia. Se olvidó de que su primer partido en Brasil 2014 lo reubicaba en el papel de verdugo que había tenido en el continente negro. ¿Se durmió en los laureles la Roja? Afirmar eso con apenas un partido jugado sería temerario; basta con recordar que la Copa pasada el equipo de Del Bosque la comenzó perdiendo frente a Suiza.

Y eso que el trámite le fue favorable desde el principio. El partido era parejo hasta que el árbitro italiano Nicola Rizzoli vio una falta inexistente de Stefan De Vrij sobre Diego Costa –que jugó un partido aparte con los hinchas brasileños, ofendidos por su decisión de no jugar con la verdeamarelha-. Penal y gol de Xabi Alonso.

Pudo ser 2-0 y partido liquidado, cuando David Silva recibió un pase brillante –de esos a los que nos tiene mal acostumbrados- de Andrés Iniesta, y quiso definir por arriba de Jasper Cillessen, que respondió bien para enviarla al córner. Minutos después, el quiebre: se iba el primer tiempo, Van Persie picó a la espalda de una defensa española desastrosamente parada, y tomó maravillosamente de palomita un pelotazo cruzado de Daley Blind. Definición por arriba de un Iker Casillas que caminaba hacia atrás, golazo y empate.

El segundo tiempo fue todo de Holanda. Puro hambre fue la Naranja, que volvió a ser Mecánica. Se lo llevó puesto a España. Robben lo dio vuelta, merced a los kilométricos espacios que le dejaron Sergio Ramos y Gerard Piqué para recibir otro pelotazo cruzado de Daley Blind. ¿Meterse atrás, aguantar el 2-1? De ninguna manera. El equipo de Van Gaal siguió yendo, Van Persie rompió el travesaño y finalmente un tiro libre cruzado derivó en el tercero, cabezazo de De Vrij. Pequeña venganza del supuesto autor del penal, en el marco de la gran venganza holandesa. Al margen, claro, de la evidente carga sobre el arquero español.

Casillas redondeó un día horrible durmiendo en la salida, para entregarle el gol a Van Persie, genio y figura. El otro diferente, Robben, liquidó la historia. Pero pudieron ser más, al menos dos o tres. Ahí sí, apareció el gran arquero campeón del mundo para evitar un resultado que manchara aún más la historia de este grandioso equipo de Del Bosque.

Está claro: el 5-1 no refleja la realidad. Pero sí explica la mentalidad con la que uno y otro salieron a jugar el partido. Holanda quiso demostrar todo lo que puede hacer, empezar a combatir, nuevamente, la mochila de ser el que se queda siempre a las puertas, el campeón moral. España pareció empalagado con las mieles del éxito, cansado, desmotivado. Lo repetimos: es el campeón, el mejor de la última década, quizás uno de los más brillantes equipos de la historia. No lo den por muerto.

Nicolás Zyssholtz – @likasisol

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