Fútbol argentino

26 mayo, 2014

Tres años para escalar el Everest

La «superfinal» que River le ganó el último domingo a San Lorenzo terminó de cerrar una etapa. Esa que trajo al Millonario desde el mismísimo fondo de su historia hasta lograr, ahora sí, comenzar a recuperar la gloria perdida.

La «superfinal» que River le ganó el último domingo a San Lorenzo terminó de cerrar una etapa. Esa que trajo al Millonario desde el mismísimo fondo de su historia hasta lograr, ahora sí, comenzar a recuperar la gloria perdida.

El punto de partida, la base, era extraña. El calor desconcertaba, era clima de infierno. Desde lo bajo tuvo que partir el equipo milllonario, lugar donde no estaba acostumbrado. Para empezar a recorrer el camino llegaron dos tipos experimentados como el «Chori» Domínguez y Fernando Cavenaghi, que serían los primeros guías.

El primer trayecto fue sencillo, el ritmo lo impuso el equipo y llegó sin sobresaltos a la primera mitad de año. De cerca, y peleando mano a mano lo acompañaron Instituto, Quilmes y Rosario Central. Ya a mitad de camino, y sin tener aún la certeza de saber si se iba a lograr el objetivo pautado a corto plazo, se sumaron más guías. Hombres que en el futuro iban a ser importantísimos. Con acentó francés llegó Trezeguet, con poco conocimiento de la causa, pero con la experiencia de haber conocido la gloria en el mundo. Para acompañar llegó Ponzio que viajo en vuelo directo desde España en cuanto se enteró de la travesía.

Cumplido el año se logró el objetivo. Festejos, receso, discusión y cambios. Se fueron «traicionados» quienes habían encabezado desde el principio, el resto se quedó. Sin desesperarse el grupo se planteó los objetivos, para llegar a la cima sobraba tiempo, era momento de aspirar a clasificar a las copas. Entre los puntos de Almeyda y Ramón volvieron a alcanzar la altura pautada. Aunque, las peleas no estuvieron exentas. El francés se fue por la puerta de atrás y sin demasiadas explicaciones.

Para encarar un nuevo año, con el fin de, en éste si, llegar a la cumbre volvió Cavenaghi. Excedido de peso se dudó de sus condiciones físicas y costó creer que podría estar a la par de sus compañeros. También se sumó el colombiano Teófilo Gutiérrez y con su presencia se agrandaron los otros dos que ya estaban en el plantel, Balanta y Carbonero. La primera parte de la temporada no fue como se esperaba. Dudas, polémicas y hasta pedidos de renuncia aparecieron. Nadie quiso abandonar, todos estuvieron convencidos de que el objetivo era posible. A Lanzini le ofrecieron una cifra a la que era difícil negarse, sin embargo, el joven se quedó. El grupo era fuerte y se consolidó. Aprendió de los errores y creció desde las críticas.

Para tocar cumbre no brilló, no recorrió el camino sin sufrir ni transpirar. Explotó recién en el último tramo. Un baile a Quilmes con goleada incluida no sólo los dejó plantar bandera en la cima, les permitió, con euforia, entonar el grito sagrado: «Dale Campeón».

 

Sebastián Dalli – @sebadalli

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