26 mayo, 2014
Mujeres con pelotas: el derecho a jugar en medio de la fiebre mundialista
Se estrenó hace unos días la película “Mujeres con pelotas” en la cual mediante una serie de entrevistas realizadas a periodistas deportivos, referentes de clubes, entrenadoras y jugadoras, se busca dar cuenta de las dificultades que enfrentan las mujeres al momento de querer jugar al fútbol.

Días atrás se estrenó la película “Mujeres con pelotas”, dirigida por Ginger Gentile y Gabriel Balanovsky. En la misma mediante una serie de entrevistas realizadas a periodistas deportivos, referentes de clubes, entrenadoras y jugadoras, se busca dar cuenta de las dificultades que enfrentan las mujeres al momento de querer jugar al fútbol. Discursos que naturalizan e invisibilizan relaciones de poder, y todo un mercado al servicio de la reproducción de los estereotipos de género.
El mundial es cosa de hombres. O al menos eso pretende hacernos creer el mercado del fútbol. Basta con sólo prender la televisión, encender la radio, navegar por Internet o simplemente caminar por la calle para encontrarnos con una batería inusitada de publicidades, que van desde promociones en supermercados, hasta descuentos en casas de electrodomésticos, pasando por simples sponsoreos hasta ediciones limitadas de comida rápida, que en realidad es exactamente la misma hamburguesa de siempre pero entregada en una cajita albiceleste y bastante más cara.
Al igual que en años anteriores, pero seguramente con una mayor intensidad –posibilitada por los dispositivos de marketing invasivo que habilitan las redes sociales–, el mensaje publicitario mundialista deviene una verdadera tecnología de género. Quienes aparecen como destinatarios del mensaje son siempre varones, heterosexuales, bien machos, apasionados, amantes del fútbol, fanáticos incurables de la selección nacional. Las mujeres en cambio, están ausentes o en caso de aparecer, lo hacen en forma de “botineras” que condensan en su persona tanto al estereotipo de mujer-objeto sexual como al de mujer que vive a costas de su marido; como las tontas e inexpertas que es mejor que no se metan o como las modelos y vedettes que salen en las tapas de revista semi desnudas portando los tan amados colores de la selección.
Las revistas de moda y tendencias (de esas que se vanaglorian de estar escritas por mujeres y para mujeres) tampoco se quedan atrás, pero no de la fiebre mundialista, sino de la reproducción de los estereotipos de género. Un artículo de “Oh LaLá!” publicado estos días nos recomienda qué no deberíamos hacer las mujeres durante un partido del Mundial: “Para que no pases vergüenza ni generes conflictos con la hinchada masculina, te contamos algunas de las preguntas que tenés que evitar.” Así como desde la década del 50 al 70 en los manuales de consejos matrimoniales escritos para mujeres se les aconsejaba: “haz de su regreso un momento feliz” (lo cual implicaba no molestar a sus maridos cuando llegaban cansados de su trabajo, esperarlos con la comida lista, bien vestidas, con excelente estado de ánimo y listas para agasajarlos) hoy día seguimos teniendo a comunicadoras/es que nos indican cómo comportarnos para no molestar a los varones durante el ritual de ver el partido. El concepto es el mismo: reafirmar los roles tradicionales que el patriarcado le asigna a varones y mujeres.
El derecho de jugar
Entre tanto aire viciado de machismo futbolero, que un documental como Mujeres con pelotas se encuentre en cartelera, es realmente alentador. La película presenta una serie de entrevistas realizadas a periodistas deportivos, referentes de clubes, entrenadoras y jugadoras articuladas en torno a las dificultades y los prejuicios a los cuales deben enfrentarse las mujeres que quieren jugar a la pelota y particularmente a la experiencia de las Aliadas de la 31, un equipo formado por chicas que viven y juegan en la villa y que en 2010 participaron de la Homeless World Cup en Río de Janeiro.
Pero antes de llegar siquiera a imaginar con ese campeonato, las jugadoras de Aliadas tuvieron que romper con toda una serie de trabas sumamente institucionalizadas. Desde la reticencia familiar –condensada en los temores paternos-maternos a tener una “hija machona” – y la negativa de sus parejas, hasta la imposibilidad de conseguir una cancha donde jugar “porque hay que esperar a que los varones liberen ese espacio”. Las chicas que quieren jugar al fútbol deben atravesar una serie de obstáculos que los varones jamás imaginarían.
De esta forma Mujeres con pelotas, a la vez que visibiliza una práctica existente y cotidiana –pero sumamente oculta a los ojos de los medios, el mercado y el público en general–, denuncia también las trampas del discurso machista. Como bien sostiene una de las entrenadoras entrevistadas, uno de los argumentos falaces que este discurso utiliza recurrentemente para desmerecer la práctica del fútbol por parte de las mujeres, es aquel que compara destrezas físicas como si de esencias arraigadas en el género se tratase. De esta forma el discurso machista –encarnado en el documental por el periodista Gastón Racondo– sostiene que el juego de las mujeres es más blando, más pausado, “casi como el del fútbol infantil” y que así sucede también en todas las prácticas deportivas donde “los varones obtienen mejores marcas que las mujeres, porque su cuerpo está naturalmente más preparado”. Pero lo que el discurso machista no reconoce –y que Mujeres con pelotas pone en evidencia a través de los relatos de las entrevistadas– es que esa “naturaleza biológica” en la que basa sus argumentos, esa supuesta falta de destreza física de las mujeres, es en realidad el producto de un trabajo social de naturalización de los cuerpos y sus disposiciones: mientras que el fútbol forma parte del universo de los varones desde su primera infancia, las mujeres recién empiezan a practicarlo cuando pueden vencer los mandatos familiares-institucionales, ya de adolescentes o adultas.
Incluso en aquellos casos en que logran tomar la determinación de jugar a la pelota, otra serie de trabas se interponen en su camino. Así puede verse en el film el testimonio de una jugadora adolescente a quien no la dejan ir a realizar sus prácticas hasta terminar de planchar y ordenar la casa, lo cual no es solicitado a su hermano varón; o el episodio narrado por una entrenadora en donde ella, junto a un grupo de jugadoras, tuvieron que acostarse a lo largo de una cancha para impedir que un equipo de varones les quiten el turno que tenían reservado.
Estos relatos, que fragmentados y aislados podrían parecer anecdóticos e incluso cómicos, nos dan cuenta de toda una estrategia de resistencia que las mujeres elaboran para poder reivindicar su derecho a jugar al fútbol en un país en donde este deporte llega a ser una cuestión de Estado. Y es quizá ese el punto más fuerte de Mujeres con pelotas: lejos de quedarse en la denuncia, logra rescatar las experiencias de las mujeres que se organizan para disputar la monopolización del fútbol por parte de los varones y poder disfrutar ellas también del arte del balonpié.
Imposible terminar de verla sin morirse de ganas de jugar un picadito, luego de ver la garra y la pasión que estas chicas le ponen a su juego sea en la cancha que sea. Como afirma una de ellas: “a mí no me importa la cancha, lo que quiero es jugar”.
Martín Oliva – Delfina Schenone Sienra
Ficha del documental
Mujeres con pelotas
Dirección: Ginger Gentile y Gabriel Balanovsky
Fecha de lanzamiento: 8 de mayo de 2014
Duración: 65 minutos
Email: info@mujeresconpelotas.org
Para más información:
https://www.facebook.com/MujeresConPelotas
http://mujeresconpelotas.org
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