América Latina

26 mayo, 2014

“Entre la paz y la guerra”

En los comicios presidenciales que se llevaron a cabo ayer en Colombia, el ultra-derechista Oscar Iván Zuluaga aventajó de unos 4 puntos al candidato-presidente Juan Manuel Santos. El 15 de junio se celebrará la segunda vuelta entre dos conservadores.

En los comicios presidenciales que se llevaron a cabo ayer en Colombia, el ultra-derechista Oscar Iván Zuluaga aventajó de unos 4 puntos al candidato-presidente Juan Manuel Santos. El 15 de junio se celebrará la segunda vuelta entre dos conservadores.

Como era de esperar, Colombia deberá volver a acudir a las urnas el próximo 15 de junio para decidir quién será el próximo presidente de la República. Los dos candidatos que llegan a esta instancia eran los favoritos ya en la previa. El actual presidente Juan Manuel Santos, representante de un conservadurismo moderno, ligado a los intereses de los poderes financieros e industriales, y Oscar Iván Zuluaga, delfín del ex presidente Álvaro Uribe y exponente de la derecha propietaria de la tierra.

Una elección fuertemente marcada por el posible fin del conflicto armado que enfrenta al Estado con los insurgentes de las FARC y el ELN, y que tuvo justamente en la paz su punto central de debate.

El uribista Zuluaga logró poco más del 29% de los sufragios, unos 4 puntos más que su principal contrincante. En tercer lugar quedó la candidata del Partido Conservador, Martha Ramirez con un 15% seguida a pocos céntimos por Clara López, representante de la coalición de izquierda conformada por el Polo Democrático Alternativo y la Unión Patriótica, que logró una elección por encima de las expectativas. Último quedó Enrique Peñalosa, del Partido Verde con poco más del 8% de los votos.

La elección tuvo como gran protagonista la abstención. Sólo el 40% de los más de 32 millones de colombianos habilitados para votar concurrió a las urnas. Un dato éste que, por más alarmante que pueda parecer, no sorprendió demasiado vista la histórica tendencia a la abstención que tienen los colombianos. A ésta ha contribuido la “campaña sucia” desatada en la última semana, donde los principales candidatos se dieron batalla a ritmo de escándalos de corrupción y acusaciones cruzadas. Una realidad reconocida hasta por el Registrador Nacional, Carlos Ariel Sánchez Torres, máxima autoridad electoral del Estado, que amonestó a los candidatos vinculando la baja concurrencia con los métodos utilizados por los partidos en pugna.

El escenario se presenta arduo para el actual mandatario, así como para las fuerzas políticas y sociales que apoyan el actual proceso de diálogo de La Habana. Y justamente éste fue el principal tema del discurso de Santos tras conocerse los resultados. “El 15 de junio deberemos escoger entre la paz y la guerra”, arremetió el presidente, que durante toda la campaña electoral advirtió que una victoria del uribismo –al cual él mismo debe su carrera política-, significaría el fracaso de las negociaciones con la insurgencia. Efectivamente, la posición de Zuluaga ha sido muy dura al respecto. Le recrimina al santismo su “mano blanda” con los guerrilleros y sostuvo su campaña en la necesidad de condenar y combatir “a los terroristas”.

La realidad es que Uribe y Zuluaga representan al poderoso sector rural colombiano, a quienes la guerra que vive el país desde hace más de medio siglo le conviene para mantener la estructura económica del agro. Si se refrendaran los acuerdos tomados con las FARC, la economía agraria se vería modificada susceptiblemente, recortando ciertos privilegios que los dueños de la tierra colombiana ostentan desde siempre.

Santos por su lado apuesta a cambiarle la cara a la derecha latinoamericana. Su proyecto neoliberal encontró en las negociaciones de paz una faceta amable para presentarle a Colombia y el mundo. Mientras aplica a rajatabla las disposiciones de los múltiples Tratados de Libre Comercio y favorece la instalación de transnacionales mineras a condiciones perjudiciales para los sectores populares colombianos, promete reformar el Estado con los acuerdos que surjan de los diálogos con un simple referéndum, descartando la asamblea constituyente que varios sectores sociales piden a gritos. A esto se le suma la enorme deuda social que aleja la ‘política de palacio’ de las grandes mayorías. Una distancia que, según se puede percibir de los resultados del domingo y el clima que se respira en las calles de Bogotá, está lejos de resolverse con estas dos vueltas electorales.

Para el ballotage, ambas fuerzas ya preparan su estrategia. La cercanía ideológica y estratégica de Ramírez y Peñalosa con el Uribismo podrían significar un capital de votos muy importante para Zuluaga en la segunda vuelta. Para los electores de izquierda del PDA-UP no quedaría otra que ir a votar por Santos, no obstante su fuerte repulsión para el actual mandatario. Pero aún así no alcanzaría. Hay unos 20 millones de colombianos que decidieron no votar y que las fuerzas que creen necesario preservar el proceso de paz en acto, deberán interpelar para evitar una victoria uribista en segunda vuelta. Una tarea que por más que se vea complicada, no parece ser para nada imposible. Muchos de esos votos en blanco o abstenciones, se deben al fuerte prurito que han causado las políticas gubernamentales y de oposición en los últimos 30 años. Sin embargo, si se ve en peligro el histórico proceso de paz comenzado en noviembre de 2012, es muy probable que la actitud pasiva de muchos colombianos se convierta en un voto por Santos, con tal de no permitir al uribismo la vuelta a la Casa de Nariño.

En tres semanas, entonces, se definirá entre el “Centro Democrático Mano Firme Corazón Grande” de Zuluaga –ese el nombre oficial de su partido-, y las fuerzas sociales y políticas que, con pesar, elegirán votar al “mal menor”.

 

Federico Larsen, desde Bogotá – @larsenfede

 

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