América Latina

23 mayo, 2014

Apuntes sobre las elecciones colombianas

Dos ex ministros de defensa del ex presidente Álvaro Uribe, un millonario representante directo de Álvaro Uribe, un ex alcalde de Bogotá respaldado por Álvaro Uribe y las candidatas de la izquierda denostada por el uribismo, son las cinco propuestas que buscarán la presidencia de Colombia el próximo domingo.

Dos ex ministros de defensa del ex presidente Álvaro Uribe, un millonario representante directo de Álvaro Uribe, un ex alcalde de Bogotá respaldado por Álvaro Uribe y las candidatas de la izquierda denostada por el uribismo, son las cinco propuestas que buscarán la presidencia de Colombia el próximo domingo.

Este domingo se desarrollarán las elecciones presidenciales en Colombia en un clima enrarecido. Desde hace unos días algunos escándalos relativos a corrupción y el espionaje salpicaron los principales candidatos de la derecha, mientras en La Habana se logró avanzar significativamente en los diálogos de Paz que buscan poner fin al conflicto armado que se desarrolla en el país desde hace más de medio siglo.

El actual presidente, y candidato del Partido de la Unidad Nacional, Juan Manuel Santos, busca consolidar en estos últimos días previos a la contienda electoral el margen logrado en las legislativas del pasado 9 de marzo donde su partido se colocó cómodamente en el primer lugar.

Desde el comienzo de la campaña su caballito de batalla ha sido la política que habría conducido su gobierno para lograr lo que ya se califica como un hito en la historia colombiana: la mesa de diálogo entre el Estado y el grupo insurgente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP). Presentándose como la única garantía para la continuidad del proceso de paz, Santos, ex ministro de defensa del gobierno de Álvaro Uribe y uno de los principales responsables de las acciones del ejército contra los insurgentes y la población civil, logró obtener un amplio consenso para su reelección. A tal punto que la mayoría de los sondeos nacionales e internacionales lo daban como casi seguro ganador.

Sin embargo hace tan solo dos semanas, la fiscalía colombiana emitió un mandato de captura contra quien fuera su jefe de campaña en las presidenciales de 2010, J. J. Rendón. Según la acusación, el comunicador y psicólogo -que siguió luego asesorando a Santos en su mandato-, habría recibido unos 12 millones de dólares del jefe del cartel del Norte del Valle, Javier Enrique Calle Serna, alias ‘Comba’ para interceder en las negociaciones de rendición del grupo narco. Una denuncia que salpicó de inmediato al actual mandatario y que junto al uso de programas de gobierno ya en curso como promesa de campaña, debilitaron su figura.

Pero no fue ese el único escándalo de esta tensa campaña electoral. El candidato del Partido del Centro Democrático -comandado por el propio Álvaro Uribe- Oscar Iván Zuluaga, y principal competidor de Santos, también debió dar sendas explicaciones acerca de la composición de su comando de campaña. Pocos días después de conocido el caso Rendón, la fiscalía de la Nación ordenó la irrupción en un local de Bogotá donde se descubrieron actividades de espionaje y hackeo contra el mismo presidente y las delegaciones que llevan adelante los diálogos de paz. El responsable de las interceptaciones resultó ser Andrés Fernando Sepúlveda, hombre contratado por Zuluaga para ocuparse de la “seguridad informática” de la campaña del uribismo.

Aunque el candidato conservador hubiese negado conocer las actividades de Sepúlveda, un video publicado esta semana por un medio local lo desmiente por completo, mostrando una reunión donde el mismo hacker explica al dirigente cómo utilizan información que debería ser secreto militar para su campaña.

Santos no es el único ex ministro de defensa de Uribe que aspira a la presidencia. Martha Lucía Ramírez, candidata del Partido Conservador, fue la primera en ocupar la cartera cuando Uribe lanzó la ‘política de Seguridad Democrática’, un plan fuertemente militarista para detener el avance de la insurgencia. Ramírez construyó una figura ligada a la lucha contra la corrupción y el control ciudadano sobre los funcionarios, llegando a proponer que se los vigile con cámaras de seguridad en sus labores cotidianas.

Un poco más distante políticamente se encuentra el candidato del Partido Alianza Verde, Enrique Peñalosa, quien fue alcalde de la ciudad de Bogotá entre 1998 y 2000. Formado en el Partido Liberal, Peñalosa fue elegido como candidato por elección popular en la ‘consulta verde’ el 9 de marzo pasado. De inspiración progresista, contó sin embargo con los favores de la derecha como cuando, en 2007, el mismo Uribe apoyó su candidatura a alcalde de la capital con tal de derrotar al centro-izquierda del Polo Democrático Alternativo (PDA).

Y justamente el PDA, que propone a Clara López Obregón como presidenta, es la única fuerza política totalmente desvinculada del uribismo. Tras las elecciones legislativas, donde tuvo un desempeño por debajo de las expectativas, decidió formar una coalición con la izquierda de la Unión Patriótica, completando la fórmula con Aída Avella, histórica militante que volvió a Colombia luego de 17 años de exilio en Europa.

El uribismo logró en Colombia lo que quizás el duhaldismo argentino soñó a partir de 2002: convertirse en el semillero de la dirigencia política a nivel nacional para dar al país una gran variedad de posibilidades electorales pero todas con una visión fuertemente sistémica en sus programas políticos. Los principales candidatos que se contienden el puesto en la Casa de Nariño, comparten la continuidad de la política económica y con los matices militaristas del ex presidente, empezando por la apertura desregulada del mercado y siguiendo por la difidencia -en diversos grados por cierto- hacia el éxito de los diálogos de paz de La Habana.

Estas opciones representan más del 70% de los votos emitidos en marzo pasado. Las únicas excepciones son representadas por la fórmula de izquierda, y, en menor medida, el candidato Verde. En un país donde la abstención suele ser la clásica ganadora de las elecciones presidenciales (70% en 1990, 74% en 1994, 54% en 2002, 55% en 2006, 51% en 2010, y 56% en las legislativas de marzo), hay quienes apuestan al rechazo de llano a la política institucional. Un terreno que en las calles colombianas puede llevar al nihilismo desinteresado o a serios problemas.

Federico Larsen, desde Bogotá – @larsenfede

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