Batalla de Ideas

19 mayo, 2014

Integración o resistencia: los desafíos actuales de la izquierda (II)

Por Ulises Bosia. Segunda parte del análisis de los desafíos y posibilidades del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) en la actual coyuntura.

Por Ulises Bosia. Segunda parte del análisis de los desafíos y posibilidades del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) en la actual coyuntura.

En la primera parte de esta nota habíamos concluido que a lo largo de los treinta años de la democracia en nuestro país distintas coaliciones de izquierda lograron visibilidad y notoriedad públicas, aunque no lograron permanecer como una referencia estable sino que tuvieron un comportamiento espasmódico. Tanto en el terreno estrictamente político como en cuanto a su inserción en el movimiento obrero.

De manera bastante esquemática, decíamos que ante situaciones “revolucionarias”, “prerrevolucionarias” o de crisis política y social, este tipo de formaciones políticas lograron mayores niveles de receptividad en el pueblo trabajador. Viceversa, cuando la situación política se estabiliza o las luchas sociales entran en una etapa de reflujo, las coaliciones de izquierda no encontraron la manera de adaptarse al nuevo contexto y entonces se dio una tendencia a la crisis interna y al retorno a la marginalidad del espectro político.

Siguiendo este razonamiento, y asumiendo que no estamos frente a una inminente crisis política o social, ni ante una etapa de ascenso de la lucha de clases, sino más bien ante “un ascenso de la derecha” tanto al interior del Frente para la Victoria como en las principales fuerzas de la oposición, así como un giro conservador en la política latinoamericana en su conjunto, el desafío para el FIT es cómo adaptarse a un momento en que lo que prima es la política “reformista”. Teniendo en cuenta, lógicamente, que sin una acumulación de fuerzas considerable durante las etapas de “reformismo”, es muy difícil luego capitalizar las oportunidades políticas abiertas por una futura crisis.

Retomando conceptos de otras épocas, esta tensión se podría simplificar en el dilema de cómo lograr que una fuerza “revolucionaria” lleve adelante políticas “reformistas”, de manera de gravitar e instalarse en la escena política como una alternativa para la clase trabajadora, sin terminar integrándose y adaptándose al propio sistema que busca transformar. O, retomando la reflexión de Antonio Gransci, cómo llevar adelante una “guerra de posiciones” en la sociedad capitalista de manera de ir forjando una hegemonía anticapitalista, sin terminar por sentirse demasiado “cómodos” en las “trincheras”.

Aceptar y afrontar esta tensión de manera flexible y creativa, es uno de los factores que determinará la posibilidad de que el FIT siga creciendo y logre ser la experiencia que por primera vez en estos treinta años de democracia, dé lugar a una representación estable de la izquierda en el sistema político. En cambio rechazar la existencia de este dilema y ocultarlo detrás de discursos “rojos” intachables, pero cada vez más distantes de la práctica concreta que estas fuerzas están llevando adelante, engendra la semilla de futuras crisis.

Primeras señales de estas tensiones se pueden encontrar en las discusiones internas entre los partidos del FIT. Un primer debate se dio sobre si aceptar a no la vicepresidencia segunda de la Cámara de Diputados de Mendoza, lo que fue interpretado por el PTS como una tentativa de adaptación a la “institucionalidad burguesa” y por lo tanto no hubo acuerdo, dando lugar a una resolución negativa de la cuestión por la vía de los hechos. Una segunda discusión tuvo que ver con el intento del Partido Obrero de ocupar la presidencia del Concejo Deliberante de Salta, tras haber obtenido la primera minoría en las urnas, lo que puso sobre la mesa el debate sobre si la izquierda trotskista estaba dispuesta a gestionar las instituciones burguesas, y en ese caso qué tipo de gestión podría llevar adelante. El resto de las fuerzas políticas se unieron y terminaron por impedirlo. Por lo tanto, ambas cuestiones siguen abiertas.

En este marco, no es auspicioso el surgimiento dentro del FIT de discursos que preanuncian la apertura de una crisis social y política como una perspectiva inminente, la “disgregación” del kirchnerismo o el cierre de un ciclo histórico de identificación política de la clase trabajadora con el peronismo. Se trata de pronósticos dirigidos a preparar a su militancia para un imaginario “asalto del poder”, una forma ideologizada de rechazar el auténtico desafío planteado para el FIT actualmente de convertirse en una referencia para el pueblo trabajador en la dinámica democrática.

Por otra parte, a diferencia de algunas de sus coaliciones predecesoras, el FIT se niega a plantearse el problema de una mayor unidad de las fuerzas populares y de la izquierda. Más bien al contrario, las fuerzas del FIT sacaron la conclusión de que lograron éxito electoral a partir de la intransigencia y la radicalidad discursiva. Por esa razón, el debate sobre su ampliación a otras fuerzas de izquierda y eventualmente a un arco mayor de sectores de centroizquierda o incluso de la izquierda peronista, en función de convertirse en una opción de poder en el marco del régimen democrático, termina antes de empezar.

De alguna manera, se podría decir que la izquierda anticapitalista recién está comenzando a asumir la consolidación del régimen democrático en nuestro país, tras un largo recorrido histórico de luchas, desarrollado en condiciones políticas de permanentes interrupciones dictatoriales y democracias frágiles. Hacer como si este escenario de estabilidad democrática no existiera es el peor modo de resistir la tendencia a la integración en la sociedad burguesa que actúa inevitablemente sobre todas las fuerzas políticas en el régimen democrático.

La apertura seria de un debate sobre esa ampliación expresaría en cambio la asunción de la tensión entre integración o resistencia, en favor de la apuesta de intervenir en la política de “reformas” que el momento político requiere, acumular fuerzas e inserción social y preparar una referencia de poder de la izquierda, en condiciones de orientar al conjunto del pueblo trabajador en las luchas actuales y futuras.

Aún así, ¿puede crecer el FIT? Es posible que en lo inmediato sí, sobre todo teniendo en cuenta la actual política del gobierno kirchnerista con su giro pro mercado, la marcada orientación de la centroizquierda hacia la derecha y la altísima probabilidad de que el próximo gobierno esté a la derecha del actual. Tanto como fenómeno electoral de cara al 2015 como en cuanto al crecimiento militante y de su inserción sindical y en otros sectores del pueblo. Pero cualquier crecimiento, tanto en el terreno de la gestión política como en el de la inserción sindical, implicará mayores expresiones de esta tensión entre integración y resistencia que venimos planteando: llegará el momento en que deberá ser afrontada, allí en parte se decidirá la suerte del FIT.

 

@ulibosia

 

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