19 mayo, 2014
Damián Snitiker, el poeta maldito de Berazategui
Entrevista exclusiva con el escritor de los márgenes, del barro y de la calle: Damian Snitifker, autor del libro de cuentos Veinte minutos antes de dormir y conductor de Hacia el cosmos, un programa radial de larga tradición en el sur de la ciudad.

Entrevista exclusiva con el escritor de los márgenes, del barro y de la calle: Damian Snitifker, autor del libro de cuentos Veinte minutos antes de dormir y conductor de Hacia el cosmos, un programa radial de larga tradición en el sur de la ciudad.
Snitifker es un rockstar de la vieja escuela; de aquella escuela del punk. Bajista de O.V.E.L.A.R. (siglas de la banda punk: Otra vez en las rutas) y locutor estrella del under radial.
Con la campera de cuero negra, el sombrero de copa baja y la llovizna que amagó en la noche, Snitifker parecía más un detective de la serie negra que un escritor de Berazategui.
Entre charla amistosa, anécdotas radiales, lecturas compartidas y primicias explosivas, el escritor bonaerense nos habló, entre otras cosas, de sus orígenes y de su literatura. Cos ustedes, el último maldito.
-En Veinte minutos antes de dormir, tu primer librio hay mucha desazón y escepticismo. En “Paranoia”, por ejemplo, aparece la idea de un apocalipsis menor. El paco y el hambre son más urgentes ¿Por qué esa falta de esperanza? ¿Concebís a tu literatura como de denuncia, de catarsis o algo así?
-La literatura en mi vida es algo así como ir a terapia. Era eso o matarte con una nueve milímetros. Yo soy de Berazategui, viví en calles de tierra. Ciertas preocupaciones no se me hicieron tan fáciles de asimilar como al resto. En mi literatura hablo un poco de eso, de las cosas que iban pasando en el barrio cuando era adolescente y me encontré al salir del seundario: la miseria, el paco. Son situaciones que como pibe de clase media baja tenía que plasmarlas de alguna manera y se vieron reflejadas, de alguna manera, en el libro.
-En tu literatura, más que en tus programas de radio, hay una especie de militancia. Una expresión anticapitalista. ¿Coincidís?
-Tiene que ver también con la formación política y con mi militancia. Si bien yo hoy no estoy militando orgánicamente en ningún partido, siempre estoy dispuesto cuando surgen actividades de organizaciones amigas o con las cuales tengo una afinidad política. Trato de militarla desde ese lado. Obviamente que eso en la escritura esto se refleja un poco. No es en todos los casos, pero siento que eso tiene que estar, para ser auténtico a mí mismo. De hecho, más que en la literatura, en la forma de concepción del libro. En ningún momento acudí a una editorial. Yo hago radio desde hace doce años y fui testigo de la muerte muchísimas bandas. Esperaban a una discográfica salvadora que les diera un contrato por un disco.
-En tu caso está más el hacer vos que el esperar a que otro lo haga.
-Es una mezcla un poco del “hazlo tu mismo” del punk con ser hijos del 2001. Nosotros sabemos mucho de autogestión. El 2001 nos dejó esa enseñanza. De las coperativas se nutre el libro. Veinte minutos lo pagué con una indemnización precaria de un trabajo. No fue una indemnización de veinte mil pesos o algo así. Fueron unos dos mil pesos y me dije: “con esto me puedo editar, veamos cómo hacemos”. Y así salió el primer libro. De hecho, cuando lo vendí, del libro no saqué una ganancia. El precio de tapa era de cinco o diez pesos más de lo que me salió hacer. Lo importante era hacerlo circular, que lo puedas leer.
-El libro es bastante ecléctico, como tu manera de ser: hacés muchas actividades y todas muy diferentes. Al final se ve reflejado en que escribas (no sólo poesía y prosa que de por sí son dos laburos diferentes) algunos textos más apocalípticos, otros más esperanzadores, varios de amor.
-Y es como lo que nos pasa a todos. Uno por ahí está acostumbrado… bah, no es que está acostumbrado… Yo no me considero poeta, para empezar, ni tampoco me concidero escritor. Es algo que por ahí uno lo ve de afuera y dice: “ah, ¿Qué le pasa a este gil?” Pero, básicamente, si Hemingway es escritor y Rimbaud es poeta, ya no puedo decir que yo soy escritor o poeta. Yo soy un chabón de Berazategui que escribe. Entonces se me hace muy difícil hacerme cargo del nombre o de la etiqueta.
Entonces, como a todos me pasan cosas. Vos ves a los grandes poetas y tienen su línea, su tendencia de escribir. Yo escribo de lo que me pasa. Yo me levanto un día, viajé en colectivo o vi algo que me hizo pensar y escribo sobre eso. Al otro día conocí a alguien o me separé y escribo sobre eso. Porque, como te decía en un principio, es algo catárquico la escritura. Fue mi alternativa a ir al psicólogo. Entonces escribo de las cosas que se me pasan por la cabeza que son muy diferentes. Como le puede pasar a cualquier persona ¿no? Porque yo soy cualquier persona.
-Volviendo un poco al tema de la militancia, ¿vos creés que te desanimó la militancia? Hablás de un tedio que te supera en el cuento “El turco”. Hasta te considerás un barrilete político.
-Es que es una crisis mía que se ve reflejada ahí. Es la militancia activa que tuve durante mucho tiempo. También hubo un desencanto por otras cuestiones que tiene la lógica de la militancia. En un momento de mi vida preferí estar en donde la cosa lo necesitaba: la lucha por las inundaciones de Berazategui o ir a una actividad en un barrio, por ejemplo. Ahí notaba que estaban pasando cosas. Si bien eso es fino y uno siente que tiene que organizarse. Sentí que tenía la necesidad de hacer. Me perdía en plenarios y discusiones de aulas u otros ámbitos y no le veía la parte práctica. En todas las áreas de mi vida soy un chabón muy práctico. Me gusta más el hacer.
-¿Te volviste menos ambicioso con los espacios radiales y con los programas? ¿O estás esperando encontrar tu espacio? A veces parece que no querés transar con cualquiera y otras en que te conformás con que no te rompan las pelotas.
-La radio, al igual que la literatura, nace como una necesidad. Las diferentes actividades que hago en mi vida: la radio, la literatura, las bandas en las que toco o las realizaciones audiovisuales que he hecho en su momento con compañeros de la facultad, nacen de una necesidad de mostrar. De mostrar algo que para vos resulta importante y lo querés transmitir al resto. Porque si esa cosa queda en vos (y ahí está esa actitud militante), se muere. Entonces la idea es transmitirla ¿Qué pasa? Para llegar a todos con ese mensaje.
Y lo que decías vos de transar. Cuando empecé en la radio era muy pibe y un tipo me pagaba la segunda hora de programa. Era un montón. Me acuerdo que en esa época, por el 2001, 2002, una publicidad estaba dos mangos. De repente el chabón te caía con veinte pesos para cubrir la segunda parte del prorama. Trabajaba en un estudio de grabación y te traía bandas que ya habían grabado con él. A mí siempre me gustó darle el espacio a bandas que están surgiendo. A fin de cuentas son las que necesitan un espacio. Hasta que un día llegó el tipo y me dijo: “Mirá, Damián, estuve escuchando el programa y vos le das mucho espacio a bandas que todavía no grabaron y que le falta profesionalizarse”. Básicamente quería que suenen las bandas que habían grabado con él o sus amigos.
En ese momento, yo con diecisiete años, hice el corte y dije: “loco, nunca más una publicidad en mi vida”. Preferí pagarme el programa yo, ganando muy poco en un trabajo horrible. A veces ajustado, sin saber cómo iba a pagar; pero con la satisfacción de ser auténtico y que lo que pasaba en ese espacio era producto mío o de las personas que en ese momento me acompañaban. Y si tendrá que ser de esa manera, si tiene que morir en un programa de zona sur, en el eterno under, será así. No me desvela. De hecho, Hacia el cosmos, el ciclo que ya tiene nueve temporadas, decidí matarlo el año que viene; a sus diez años.
-¿Ah ,sí? Tenemos una primicia.
-Sí. Creo que ya cumplió su ciclo. Creo que diez años para un programa de radio de zona sur es un buen número. No es que deje la radio. Simplemente quiero ver de qué manera me paro y hago otra cosa. Ojalá que quede en el recuerdo de las bandas que vinieron. O esa de que a veces te cruzás con uno que te dice: “yo escuchaba el programa en tal época…” O quizás caiga en el olvido después de hacer la última transmisión, no lo sé. Pero Hacia el cosmos tiene su final firmado
-¿Cuáles son tus influencias a la hora de escribir? Y no vale hablar de Poesía Beat y todas esas boludeces. (Risas)
-No voy a hablarte de poesía beat y creo que te referís a los beatniks. Y voy a hablarte de Bukowski que renegó toda su vida de la etiqueta beat, el dijo: “Yo no soy un beat, ni a palo”. Bukowski fue el primero que me hizo un click en la cabeza. Baudelaire es otro. John Fante, al que llegué gracias a Bukowski. Raymond Carver es impresionante ¿Qué más? Bueno, Roberto Arlt. Ian Curtis ¿No? Porque desde el lado de la música es poesía extrema. Yo creo que lo que me salvó a mí en mi adolescencia y después de una separación, de no ser un boludito más (si bien soy un boludo en otros aspectos), pero no ser un chabón corriente que va del trabajo a su casa, que va a jugar al fútbol
-A la Playstation, más que al fútbol.
-Claro, y no preocuparse por el entorno. Yo creo que fue haber descubierto a Bukowski y a Joy Division. Fueron las herramientas que a mí me sirvieron para encontrar un camino alternativo y decir: “mirá, no es todo lo que te imponen desde el maistream”.
Y acá también. Como Arlt, que escribía con faltas de ortografía y después fue reivindicado por Borges. Te podría nombrar infinidad de bandas y de poetas. Con la escritura uno empieza a recorrer el circuito y empeiza a conocer gente maravillosa y decís: “¿Cómo este loco no está editado? ¿Cómo este tipo no está en la librería…?
-Amiga
-Amiga o la más careta de todas. Porque este chabón tiene la posta. Y vos pensás que si este chabón no la pegó con lo bien que escribe, cómo la voy a pegar yo. Pero bueno, a su vez tenemos el ejemplo de Bukowski. El tipo trabajó duro en empleos denigrantes para bancar su arte y a los cincuentipico pudo encontrar a alguien que le diera cierta guita por mes para que se dedicara a escribir. Y el tipo la agarró y fue lo que fue. Loco, si vos sos auténtico y creés que tenés algo para dar al mundo, tu momento va a llegar. Y tu momento no sé si es tener fama o tener plata. No creo que venga por ese lado. Es suficiente con que venga alguien y te agradezca por lo que le das. Ese creo que es el momento. O sea, que la otra persona haya podido resignificar lo que a vos se te pasó por la cabeza y plasmaste en una obra.
-Y hablando de influencias ¿Qué escuchabas en la radio?
-Nada. Era un idiota. Me la pasaba jugando al Family (Risas). Estaba predestinado a ir por ese camino. De chico odiaba leer, me resultaba insoportable. Yo estaba para jugar al Family, después al Sega. Por suerte soy hijo de obreros y mis viejos no llegaron a comprarme una play, porque si no, no sé dónde estaría ahora. A los catorce, quince años, me acuerdo una tarde que estaba aburrido en la casa de mi abuela y ojeé la biblioteca, Me leí en una tarde, esto es horrible (se ríe), vas a pensar que te digo, no sé, Así habló Zaratustra. No, me leí Juan Salvador Gaviota.
-Por algo se empieza.
-Leí Juan Salvador Gaviota y me dije: “Che, está bueno esto. Yo estoy imaginando unas cosas que el loco está escribiendo acá. Y yo estoy imaginando con el ave ésta. Que para mí tiene un mensaje atrás, no está hablando de un ave.” (risas). Era una mierda de autoayuda.
-De eso te das cuenta diez años después con otras lecturas.
-Pero el segundo gran libro, al siguiente fin de semana, en la casa de mi abuela, igual de aburrido ¿Y qué encuentro en la biblioteca? Crónicas Marcianas. Creo que ahí empezó todo.
Federico Arriola – @fmarriola
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