Fútbol

18 mayo, 2014

Las reglas no son tan fáciles

Por Edson João Zumbi Lima, desde Brasil. Mwepu Ilunga, defensor de la selección del Zaire en Alemania 1974, salió de la barrera y rechazó una pelota que estaba parada esperando que Rivelino pateara. Esta es su historia y la de su selección, la primera del África negra en jugar un Mundial..

Por  Edson João Zumbi Lima, desde Brasil. Mwepu Ilunga, defensor de la selección del Zaire en Alemania 1974, salió de la barrera y rechazó una pelota que estaba parada esperando que Rivelino pateara. Esta es su historia y la de su selección, la primera del África negra en jugar un Mundial.

Ésta me la contaron, yo no fui a Alemania en el ’74. Pero Joao Saldanha sí. Y este partido, además, la selección de Zaire jugaba contra nosotros, contra Brasil. Eran unos verdes los tipos, y no lo digo solo por el color de la camiseta. Imaginate, el país ni siquiera existe, ahora se llama República Democrática del Congo.

Fue en aquel momento la primera selección del África negra en llegar a un Mundial. Ya habían estado los árabes: Egipto, en Italia 1934 y Marruecos, en México 1970. Llegaban con pergaminos, dado que habían ganado la Copa de África en 1968 y 1972. Pero, para empezar, tuvieron mala suerte en el sorteo. Les tocó el campeón, o sea Brasil, que trataba de recuperarse del retiro de Pelé, junto con Yugoslavia –hablando de países que ya no existen- y Escocia.

Con los británicos perdieron 2 a 0, bastante digno. Pero contra los balcánicos la cosa se puso más fea. Fue 9 a 0. Claro que el contexto no ayudaba: antes del partido, los enviados del gobierno del dictador Mobutu Sese Seko habían pasado por la concentración para avisar, muy amablemente, que no les iban a pagar el premio prometido por jugar la Copa y, de paso, transmitirles la “recomendación” del presidente de que no perdieran por más de cuatro goles de diferencia.

Para colmo, el técnico era yugoslavo, Blagoje Vidinic, y los muchachos con cargo no le tenían mucha confianza para jugar contra su patria. Ya durante el partido, los señores funcionarios obligaron al entrenador a sacar al arquero Kazadi Muamba, después del tercer gol de los rivales. Y después del cuarto, N’Daye Mulamba se fue expulsado por pegarle una patada ¡al árbitro! Solo que no había sido él, había sido Mwepu Ilunga que, con mucho código, le avisó al juez colombiano Omar Delgado, que –obviamente- no le dio pelota.

Ahora sí, ya eliminados, tocaba Brasil, en el Parkstadion de Gelsenkirchen. Una selección flojita era la verdeamarelha ese Mundial, aunque teníamos una gran figura: Rivelino. Nos hicieron un partido casi bueno, al entretiempo apenas estaba 1-0 con gol del otro crack de ese equipo, Jairzinho. En el segundo tiempo, el 10 clavó el segundo y Valdomiro puso el tercero.

Ya quedó dicho, el amigo Mobutu les había avisado que la canasta se podía llenar hasta los tres goles, más no. Y no daba andar pasándose de vivos. Faltando cinco para el final, el árbitro rumano Nicolae Rainea pita tiro libre a 25 metros del arco, de frente, un poco tirado a la izquierda. Ideal para la diestra prodigiosa de Rivelino. La tensión se apodera de los leones zaireños.

El rumano, pita, y cuando el crack del Corinthians –que ese año se fue al Fluminense, me tocó sufrirlo en los clásicos con el Botafogo- empieza a correr hacia la Tango, Ilunga, el mismo que le pegó la patada al referí y le avisó para que no echen al compañero, llega antes y le pega un fulbazo que bien puede haberla mandado a Francia o a España. Amarilla, y se patea de vuelta. El bueno de Mwepu cumplió el objetivo, si es que era éste: enfrió el partido, que terminó con ese 3-0 y les permitió a él y sus compañeros volver tranquilos a la patria.

El balance del Zaire fue de tres derrotas en tres partidos, con 14 goles en contra y ninguno a favor. Nunca más volvió a aparecer una selección del país en el primer nivel, ni siquiera a nivel africano, y tampoco después de que cayera Mobutu y el país pasar a llamarse República Democrática del Congo. A fin de cuentas, demasiado despelote hay por allá como para andar aprendiendo el reglamento.

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