12 mayo, 2014
Integración o resistencia: los desafíos de la izquierda (I)
Por Ulises Bosia. El Frente de Izquierda y los Trabajadores logró ubicarse como la opción política por izquierda del momento y busca convertirse en un actor del movimiento obrero. ¿Puede crecer más? ¿Logrará mantener la unidad interna? ¿Se ampliará?

Por Ulises Bosia. El Frente de Izquierda y los Trabajadores logró ubicarse como la opción política por izquierda del momento y busca convertirse en un actor del movimiento obrero. ¿Puede crecer más? ¿Logrará mantener la unidad interna? ¿Se ampliará? Primera parte.
Como venimos haciendo reiteradamente en esta columna, también para analizar el fenómeno de la izquierda en la escena política nacional conviene tomar como parámetro los 30 años de democracia. En este contexto, no es la primera vez que una coalición de organizaciones de la izquierda combativa gana notoriedad en la sociedad.
Ya el MAS y el Partido Comunista (PC) en los años ochenta, mediante distintas coaliciones como el Frente del Pueblo o Izquierda Unida, lograron canalizar una parte de la “primavera democrática” y más tarde también del descontento popular ante el final de la experiencia alfonsinista. Lograron alcanzar una banca en el Congreso y catapultar a Luis Zamora como principal referente, aún hoy presente en la política aunque ya como francotirador individual.
Además esta experiencia intentó expresarse como una renovación de las dirigencias sindicales en el movimiento obrero, aunque más allá de una presencia extendida entre delegados de base y comisiones internas, no logró alcanzar la conducción de ninguno de los sindicatos de peso. La caída del Muro de Berlín, el ascenso del menemismo y sus propias contradicciones internas terminaron por generar una crisis terminal de esa experiencia.
La resistencia ante el neoliberalismo a fines de los años noventa y principios del siglo XXI, que culminó en la rebelión popular de 2001, generó un retorno de las organizaciones combativas de la izquierda al centro de la escena. Tanto en la acción directa callejera, donde surgieron referentes como Carlos “El Perro” Santillán, en aquel momento dirigente de la Corriente Clasista y Combativa, o el propio Darío Santillán, en el MTD Aníbal Verón de Almirante Brown; como en la política electoral donde el MST y el PC reeditaron Izquierda Unida, logrando que Patricia Walsh sea diputada nacional y alcanzando varias bancas provinciales.
En este caso la presencia en el movimiento obrero no se expresó principalmente en las organizaciones sindicales tradicionales, sino en los movimientos de desocupados donde se organizaban los sectores de la clase trabajadora excluidos del mercado laboral.
Esta experiencia encontró sus principales limitaciones en la llegada sorpresiva a la gestión estatal de una fracción del Partido Justicialista dispuesta a llevar adelante un gobierno de centroizquierda, así como también en la presencia extendida entre la militancia de ideas “antipolíticas” y “antielectorales”. Esto último impidió la capitalización de la experiencia del 2001 y finalmente en la dificultad de reconversión de los movimientos de desocupados ante el aumento del empleo y la política de fragmentación e integración llevada a cabo por el gobierno nacional.
Así se llega a la actualidad, donde el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), encabezado por el Partido Obrero junto al Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) e Izquierda Socialista (IS), logró aprovechar la reforma electoral que creó las primarias internas abiertas (PASO) y dar el salto de una militancia con presencia en distintos movimientos sociales (estudiantil, juvenil y sindical, principalmente y en esa medida) a una opción política de relevancia.
El desgaste del kirchnerismo tras una década de gobierno, sumado al giro a la derecha de la centroizquierda opositora, abonó un terreno fértil que estos partidos supieron aprovechar para intentar por tercera vez en estas tres décadas de democracia que la izquierda salga de la marginalidad política.
Pero este fenómeno electoral, que permitió por primera vez en la historia argentina un bloque de tres diputados nacionales trostkistas, y éxitos inéditos en provincias como Salta o Mendoza de escasa tradición de izquierdas, se tradujo también en el intento de constituirse como un actor del movimiento obrero tradicional, revitalizado tras la década kirchnerista, pero fuertemente fragmentado en cinco centrales sindicales.
La consigna del último congreso del Partido Obrero referida a la “unidad entre la izquierda y el movimiento obrero” expresa esa orientación de manera contundente, así como también la idea planteada originalmente por el PTS de que estamos frente al “sindicalismo de base” como un actor político y social significativo en el movimiento obrero vinculado a una nueva “generación” de trabajadores y trabajadoras que hicieron sus primeras experiencias políticas y gremiales durante el kirchnerismo. Todo lo cual condujo a retomar las tradiciones más combativas del movimiento obrero recuperando el mote de “clasismo”, a su vez tomado por los grandes medios de comunicación.
Cuatro conclusiones preliminares
Pueden puntualizarse entonces varias cosas. En primer lugar que en estos treinta años de la democracia ninguna opción de izquierda logró consolidarse con un nivel razonable de estabilidad, sino que distintas coaliciones aparecieron y desaparecieron de manera espasmódica.
En segundo lugar, que hasta ahora los periodos de mayor protagonismo de la izquierda son contemporáneos del agotamiento de los proyectos políticos hegemónicos, con la particularidad de que de cara al 2015 este fin de ciclo kirchnerista no se combina con un escenario de crisis económica y social como sí ocurrió en 1989 y 2001, o de ascenso de la lucha de clases como en el caso de comienzos de este siglo.
En tercer lugar, vale la pena resaltar que hasta ahora cuando se estabiliza un proyecto hegemónico en el poder, y se da un reflujo de las luchas sociales, “desaparecen” las formaciones de izquierda y cobran relevancia distintas propuestas de centroizquierda entre las que se puede mencionar al Partido Intransigente, al Frepaso o a Proyecto Sur.
En cuarto lugar, en el movimiento obrero estos vaivenes fueron más marcados y las corrientes de izquierda no consiguieron en estos treinta años alcanzar la conducción de ningún sindicato de peso, a pesar de haber dedicado un enorme esfuerzo a esa tarea estratégica, generar agrupaciones y listas opositoras, integrar cuerpos de delegados de base y comisiones internas en las más diversas ramas de la industria.
En la segunda parte de esta nota abordaremos los desafíos planteados para el FIT de acuerdo a estas conclusiones.
@ulibosia
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