Economía

29 abril, 2014

La Nación, el boom sojero y la década del agronegocio

El día lunes, La Nación se despachó con dos notas referidas a la situación del agro argentino. Reclamos y planteos al kirchnerismo por su excesiva intervención en materia económica son las causas fundamentales de la crisis que enfrenta el sector. La necesidad de una periodización más larga, y los sujetos ausentes en el debate.

El día lunes, La Nación se despachó con dos notas referidas a la situación del agro argentino. Reclamos y planteos al kirchnerismo por su excesiva intervención en materia económica son las causas fundamentales de la crisis que enfrenta el sector, según el matutino. La necesidad de una periodización más larga, y los sujetos ausentes en el debate.

El mismo día, aunque en secciones diferentes, el diario La Nación, publicó dos notas referidas a la situación actual del agro argentino. De la pluma de Fernando Bertello apareció “Fuerte deterioro del campo en 10 años: la soja fue la única excepción”, por su parte Cristian Mira escribió “Al final, el gobierno optó por el “yuyo””.

Empecemos por el final y digamos que en un repaso de ambas notas, aunque con enfoques u objetivos diferentes, se arriba a las mismas conclusiones: el campo argentino está en una situación más difícil y delicada que la que enfrentaba hace 10 años, como consecuencia directa de las políticas aplicadas para el sector por parte del kirchnerismo. Solamente la producción de soja vendría a arrojar la nota distintiva dentro de este panorama.

De las notas escritas tanto por Bertello como por Mira, se desprenden en primer lugar algunos datos que debemos tomar en cuenta. Según Bertello, siguiendo una publicación de la Sociedad Rural, la siembra de trigo se ha reducido en un 38%, mientras la cosecha actual, comparada con la de los ciclos 2003/2004 y 2005/2006 se ha reducido un 30%, alcanzado los 10,1 millones de toneladas.

En la carne el panorama también se muestra poco alentador según el informe citado por Bertello. 125 frigoríficos cerrados, 15.000 puestos de trabajo perdidos, y caídas en las exportaciones, producto de los controles implementados por la Secretaria de Comercio Interior conducida en su momento por Guillermo Moreno.

Los productos regionales como la yerba mate, las manzanas o la papa, siguen un camino similar. Con excepción de la soja, la cual pasó de 31, 5 millones de toneladas para la campaña 2003/2004 a ubicarse entre las 53 y las 55 millones de toneladas para la actual campaña.

Las conclusiones de ambos columnistas ante este escenario planteado, son las mismas. Producto de los controles, regulaciones e intervenciones por parte del Estado nacional, se desalentó la producción agrícola, salvo para la soja.

Mira finaliza su nota con toda una declaración de principios, al señalar: “en vano, los dirigentes rurales procuraron explicarle al Gobierno que sin prohibiciones ni trabas el campo podía abastecer al mercado interno y satisfacer la demanda externa. Ahora los productores esperan otras señales”.

Bertello arriba a conclusiones similares cuando apunta “desde 2006 hubo permanentes trabas al comercio, intervenciones de mercado y cuotificación de las exportaciones que desalentaron la producción en sectores emblemáticos del país”.

Los artículos de La Nación mencionados comenten por el enfoque que pretenden imprimirle a los mismos, un error de concepción desde sus comienzo. Nos estamos refiriendo a que al buscar utilizar la actual situación del agro argentino, o de una parte del mismo mejor dicho, como bandera para criticar las políticas del gobierno, diluyen un aspecto central que es la ausencia de una periodización histórica de largo alcance, para visualizar el problema señalado.

La realidad que vive el sistema agropecuario argentino no es producto de 10 años de políticas kirchneristas, sino que viene de mucho más atrás, fundamentalmente a partir de las transformaciones que va a sufrir durante los años 70, 80 y 90 el modelo agroindustrial.

Por un lado a partir de los 70’ surgirá la producción sojera, y se introducirá el “germoplasma mexicano” en el trigo, habilitando el doble cultivo trigo-soja, lo cual comenzará a llevar a una agriculturización de la producción agrícola, en detrimento de la alternancia entre ganadería y agricultura, así como en reemplazo del maíz.

Los años 90 traerán también severas consecuencias al sistema agrícola, e iniciarán un momento de quiebre en la configuración del campo argentino. Por un lado el año 1991 significará el fin de las Juntas de Granos y Carnes, a partir de la reforma del Estado iniciada por Carlos Menem, y por lo tanto la desregulación del sector. Mientras en 1996 se comenzará a implementar la semilla transgénica de soja, conocida como RR (Roundup Ready), y comercializada por la empresa Monsanto. El paquete tecnológico vendido será acompañado por el glifosato, convirtiéndose el mismo en el principal insumo fitosanitario de la Argentina.

Estos profundos cambios que venimos describiendo tuvieron como consecuencia posterior el denominado boom sojero. Si para la campaña 1980/1981 la producción de soja alcanzaba las 3,7 millones de toneladas, para el ciclo 2002/2003 será de 10,8 y para 2006 llegará a las 40 millones. Pasando a representar el 10,6% en la producción de cereales y oleaginosas, al 50% para el periodo 2002/2003. Al día de hoy, más de la mitad de la superficie cultivable está ocupada por la soja, de la cual casi su totalidad es transgénica y se destina a exportación.

El avance de la frontera de la soja se da en detrimento de otras producciones cereales típicas, como el maíz y el girasol, cayendo la primera entre 1997 y 2005, 2 millones de toneladas, pero también perjudicando la producción de lácteos, frutales, y cultivos industriales como el algodón.

El ciclo económico iniciado a partir de la devaluación de 2002 vino a reforzar este patrón, apoyado centralmente en el modelo del dólar alto y elevados precios de los commodities a nivel mundial, producto no solo de una demanda creciente por parte de países emergentes como China (a la postre segundo socio comercial de la Argentina), sino también como parte de la lógica especulativa dentro de la cual se encuentran. Los denominados mercados a futuro aparecen como resguardo para empresas y operadores de bolsa, frente a los vaivenes de la economía mundial.

Lo que omiten mencionar tanto Bertello como Mira en sus respectivas notas, son aquellos sujetos que terminan siendo los principales afectados por este modelo agrícola. Nos referimos a la agricultura familiar, que desde el desarrollo del agronegocio han visto desaparecer por año, miles de explotaciones agropecuarias. Para dar un ejemplo consideremos que entre 1988 y 2002, desparecieron 87.000 explotaciones agropecuarias, de las cuales el grueso era de menos de 200 hectáreas. Produciéndose a su vez una expansión de las explotaciones mayores a 500 hectáreas.

Esta expulsión de familias por parte del avance de la frontera sojera, repercute transformando al agro argentino en una agricultura sin agricultores, con profundas consecuencias no solo para el productor, ahora dependiente de las transnacionales a las cuales debe comprar el paquete tecnológico, sino también en términos de pérdida de soberanía alimentaria.

Una producción orientada casi exclusivamente al mercado externo, la perdida de explotaciones agrícolas locales y diversas, junto a la centralización de toda la cadena de producción, distribución y comercialización, hete aquí el denominado por los columnistas de La Nación “deterioro del campo”, y no una serie de políticas económicas que en todo caso se han montado sobre una estructura ya en marcha hace varios años.

Leandro Navarro – @navarro_lean

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