24 abril, 2014
Cantero: la gloria y Devoto, en dos años
Su repercusión mediática inicial, producto de su lucha contra la barra, se apagó a la par que lo hacían los resultados deportivos. Diluidas las buenas intenciones, quedará en la historia como el presidente que se fue al descenso.

Su repercusión mediática inicial, producto de su lucha contra la barra, se apagó a la par que lo hacían los resultados deportivos. Diluidas las buenas intenciones, quedará en la historia como el presidente que se fue al descenso.
El hombre trata de gritar un discurso improvisado, megáfono en mano, desde la puerta de la sede de Independiente, en pleno centro de Avellaneda. Unas mil personas lo ovacionan, y no son solamente hinchas de su club. Un hombre mayor, camiseta de Racing puesta, dice a las cámaras de televisión que fue a la sede del rival, sobre la avenida Mitre, “a apoyar a este hombre, que va a cambiar el fútbol argentino”.
Javier Cantero asumió a principios de 2012, escoba en mano. Ese fue el elemento que usó durante su campaña para simbolizar lo que quería hacer en el Rojo, que tras décadas de desmanejos, rematados por los seis años de gestión de Julio Comparada, estaba en una situación deportiva e institucional desesperante.
Su primera gran medida, la que le granjeó un gran apoyo popular y una enorme repercusión mediática, fue cortarle los víveres a la barra brava. No más entradas, no más viajes, no más puestos de comida, no más trapitos, mucho menos una “contribución mensual”, que el presidente aseguró, la gestión anterior le otorgaba a los muchachos de “Bebote” Álvarez por valor de 100 mil pesos.
Pero claro, en este mundillo del deporte argentino, el clamor popular le indica a cualquier dirigente que aunque todo puede ser muy lindo, la prioridad debe ser que la pelotita entre. Para tal fin, hay que contratar un entrenador o, en este caso, quedarse con el heredado por la gestión anterior: Ramón Díaz y su millonario contrato. La cosa no funcionó y rápidamente se apostó por un giro de 180 grados, aunque se mantenga el apellido. Cristian Díaz, hombre de la casa y técnico de la reserva, se hizo cargo del primer equipo.
Y en el invierno tocaba armar el plantel que tendría por delante la tarea de cuidar la gloriosa historia del Club Atlético Independiente, con sus siete Libertadores a cuestas. El presidente apostó por nombres de experiencia probada, con sus correspondientes contratos. Luciano Leguizamón, Víctor Zapata y, ya en diciembre, la vuelta del ídolo: Daniel Montenegro.
Pero con el Díaz barato la situación no mejoró, el promedio acuciaba y entonces, nuevamente, el clamor popular: Américo Rubén Gallego, el último técnico campeón con el Rojo. A esta altura, agosto de 2012, el rechazo popular a la barra había perdido relevancia, y los medios hablaban de Cantero para marcar sus errores, no para levantarlo como el paladín de todo aquello que es bueno y justo en el fútbol.
El Tolo llegó con todo su “carisma”: dijo que iba a salvar al equipo del descenso, dijo que iba a salir campeón y dijo varias cosas más. Pero en marzo se bajó del barco que se hundía. Ahora la apuesta era para un hombre con otro perfil pero que también había sabido dirigir a un equipo campeón: Miguel Ángel Brindisi. “Un caballero”, como se lo definió y se lo define, pero la camaradería no sirvió para evitar el abismo. Independiente perdió con San Lorenzo y, por primera vez en su historia, perdió la categoría.
¿Terminó el calvario, hay que tomar el impulso y volver a la cima? No, el Rojo descubrió que el piso estaba mucho más abajo de lo que parecía. El debut en el Nacional B fue un ejemplo: probablemente dos meses antes de aquél partido la mayoría de los hinchas del club de Avellaneda no conocían siquiera los colores de la camiseta de Brown de Adrogué, pero ahora se encontraban perdiendo en su estadio contra este humilde club que -también- debutaba en la categoría.
Rápidamente el sufrimiento se devoró a Brindisi y comenzó a comerse a Cantero. De Felippe asumió la dirección técnica y enderezó un poco la nave, pero los problemas con la barra, ahora convertida oficialmente en fuerza de choque de la oposición de Hugo Moyano y Noray Nakis, aumentaron. La situación institucional de Independiente es, hoy, básicamente la misma que en enero de 2012; el pasivo es el mismo, el estadio sigue a medio terminar, los sueldos siguen sin pagarse. No empeoró nada, no mejoró nada.
El cambio lo marca la pelotita, que no entra. El Rojo empieza a hacerse a la idea de tener una estadía más larga en el Nacional, y con ese dato Cantero pierde cualquier tipo de apoyo. Los rumores de renuncia se acumulan, pero ésta finalmente se dio en un momento simbólico: caída 3-1 con Crucero del Norte, rival directo por el ascenso. No aguantó la presión, Cantero. Decepcionó a muchos. Pero no fue un balance el que decidió su suerte, fue la pelota.
Nicolas Zyssholtz – @likasisol
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