Géneros

22 abril, 2014

La polémica editorial de La Nación contra el derecho al aborto

Por María Paula García. En su edición del pasado domingo 20 de abril, el diario La Nación dedicó una de sus editoriales a la presentación del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo presentado recientemente en el Congreso de la Nación. Bajo el título “Impulsar el aborto es promover la muerte”, el centenario periódico asume explícitamente y sin rodeos un discurso fundamentalista y de manual.

Por María Paula García. En su edición del pasado domingo 20 de abril, el diario La Nación dedicó una de sus editoriales a la presentación del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo presentado recientemente en el Congreso de la Nación. Bajo el título “Impulsar el aborto es promover la muerte”, el centenario periódico asume explícitamente y sin rodeos un discurso fundamentalista y de manual.

Fundamentalista porque plantea una postura absoluta sobre un tema que involucra a toda la sociedad. Ideas cerradas, contrarias a todo pluralismo y presentadas como verdades reveladas, que son contrarias a la necesaria apertura del diálogo. Muy preocupante porque proviene de un medio de comunicación hegemónico. Pero nada sorprendente por cierto, ya que como todo autoritarismo intransigente tiene el objetivo de buscar incidir políticamente en la opinión pública y en las instituciones sociales y políticas para imponer su sentido moral y religioso.

Y también de manual, porque apela a los argumentos más utilizados por los grupos antiderechos de todo el mundo, tanto en el plano científico, como en el jurídico y de los derechos humanos: el cigoto como persona, la defensa del niño por nacer y la posibilidad de adopción ante el aborto. Todas proposiciones polémicas que ya se han contra argumentado ampliamente en infinidad de publicaciones.

Aclarando imprecisiones

Sin embargo, más allá del tinte absolutista y de las falacias argumentativas, la editorial incurre en algunas afirmaciones, para nada inocentes, que es necesario develar y clarificar.

La primera cuestión tiene que ver con el proyecto de ley. El texto afirma casi como al pasar que 60 diputados nacionales han apoyado un nuevo proyecto de legalización del aborto, omitiendo proporcionar un dato fundamental: el apoyo es al proyecto de interrupción voluntaria del embarazo de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Una Campaña que desde hace nueve años es llevada adelante por una amplia red de más de 300 organizaciones de todo el país, apoyada por numerosas personalidades del movimiento de mujeres, diversos movimientos sociales, organismos de derechos humanos, consejos universitarios y organizaciones académicas, científicas, del ámbito de la salud y la educación, organizaciones de trabajadores ocupados y desocupados, sindicatos, fabricas recuperadas, agrupaciones estudiantiles. Nueve años en los cuales se han recolectado decenas de miles de firmas a nivel nacional en favor de la presentación del proyecto. Apoyos que vienen siendo desoídos sistemáticamente lo que se traduce en cinco presentaciones del proyecto ante la pérdida de estado parlamentario recurrente.

Lejos de ser una iniciativa minoritaria, es parte de un largo recorrido en la defensa de los derechos humanos entendidos de manera integral, y del derecho al aborto como una causa justa para lograr una sociedad verdaderamente más democrática e igualitaria. De ahí que el principal objetivo sea despenalizar y legalizar el aborto por decisión de la mujer, pero partiendo de una lucha mucho más amplia cuyo lema es: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”.

Como si omitir esta cuestión fuera poco, encima se critica a esos diputados porque contradicen la defensa de la vida, la cual sería el pilar del nuevo humanismo de la Iglesia Católica que actualmente encabeza Francisco, el Papa argentino. Parece que nunca va a ser suficiente en Argentina tener que salir a decir que es necesario un Estado laico, que no imponga reglas desde convicciones religiosas sino que ejecute políticas públicas para todas y todos los habitantes, ya sea para los que tienen diferentes creencias religiosas como para los que no profesan ninguna. Los legisladores tienen la obligación de legislar sobre la base de su poder emanado de la soberanía del pueblo y no de las cúpulas religiosas y sus creencias.

Pero lo más indignante es la afirmación de que el proyecto de ley se basa en un discurso emocional y demagógico.

Lo emocional sería la apelación a las muertes por abortos clandestinos. Para los editorialistas de La Nación fundamentar la necesidad del aborto legal, seguro y gratuito expresando preocupación por las mujeres muertas producto de prácticas clandestinas e inseguras es un argumento infundado, que se sostiene con estadísticas manipuladas arbitraria y alegremente. En una tesis que recuerda a los discursos que pretendían minimizar la cantidad de desaparecidos de la dictadura: tratan de minimizar las muertes de mujeres por abortos clandestinos diciendo que no son tantas. ¿Cuántas mujeres deberían morir para que estos señores consideren que estamos ante un grave problema de salud pública y de violación a los derechos humanos? Es realmente inaceptable. No sólo porque la gravedad sería la misma así hubiera muerto una sola mujer, sino porque además oculta una verdad mucho peor aún: las mujeres que mueren no son las de las clases altas y medias con recursos materiales para costearse un aborto seguro en el millonario mercado clandestino. Las que mueren son las mujeres de los sectores populares, las cuales no son con toda seguridad el sector social que compra La Nación y al que dicho periódico representa.

Era de esperar que una nueva presentación del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo en el inédito contexto de un exponente argentino en el Vaticano suscitara las reacciones más diversas. Pero a diferencia de los fundamentalismos, quienes defendemos los derechos de las mujeres como basamento esencial de una sociedad más democrática, justa e igualitaria quieren abrir el debate, no cerrarlo. Aunque para ello el requisito esencial es precisar cuál es el debate de fondo y decidirse a desarrollarlo con las mejores intenciones.

Por eso es necesario aceptar que el aborto es una realidad cotidiana. El aborto existe y las mujeres abortan, independientemente de lo que tal o cual sector opinen. La ilegalidad no impide su práctica, sólo promueve su clandestinidad, el peligro de muerte para las mujeres y el lucro por parte de quienes lo realizan y quienes lo amparan. La verdadera discusión no es estar a favor o en contra del aborto, sino estar a favor o en contra del aborto legal, seguro y gratuito.

Históricamente y a lo largo de los años, los sucesivos gobiernos, legisladores, la Iglesia católica y los sectores sociales más reaccionarios han intentado denodadamente silenciar esta discusión, favoreciendo de manera exponencial el crecimiento de abortos clandestinos y la muerte de cada vez más mujeres, especialmente pobres. ¿Será esta la posibilidad de emprender otro camino?

@MariaPaula_71

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