21 abril, 2014
Brasilia: la ciudad en el medio de la nada
Un 21 de abril de 1960 se inauguró la nueva capital de Brasil construida de cero en el centro del país. Su arquitecto, Oscar Niemeyer, le imprimió un diseño absolutamente novedoso.

Ante un nuevo aniversario de la fundación de Brasilia, capital del país más grande de Sudamerica desde 1960, recordamos al arquitecto que lo hizo posible, Oscar Niemeyer (1907 – 2012), con dos breves textos de Eduardo Galeano.
1960 – Brasilia
Una ciudad o delirio en medio de la nada
El Brasil estrena nueva capital. Nace Brasilia, súbita, en el centro de una cruz trazada sobre el polvo del desierto, muy lejos de la costa, muy lejos de todo.
A ritmo alucinante ha sido construida. Durante tres años este fue un hormiguero donde los obreros y los técnicos trabajaron hombro con hombro noche y día, compartiendo la tarea y el plato y el techo. Pero cuando Brasilia queda terminada, termina la fugaz ilusión de la fraternidad. Se cierran de golpe las puertas: la ciudad no sirve a los sirvientes. Brasilia deja afuera a quienes la alzaron con sus manos. Ellos vivirán amontonados en los rancheríos que brotan a la buena de Dios en las afueras.
Ésta es la ciudad del gobierno, la casa del poder, sin pueblo en las plazas ni veredas para caminar. Brasilia está en la luna: blanca, luminosa, flota allá lejos, allá arriba, por encima del Brasil y a salvo de sus mugres y locuras.
No la había soñado así Oscar Niemeyer, el arquitecto de sus palacios. Cuando se celebra la gran fiesta inaugural, Niemeyer no aparece en el palco.
1960 – Río de Janeiro
Niemeyer
Odia el ángulo recto y el capitalismo. Contra el capitalismo no es mucho lo que puede hacer; pero contra el ángulo recto, opresor del espacio, triunfa su arquitectura libre y sensual y leve como las nubes.
Niemeyer concibe la morada humana en forma de cuerpo de mujer, costa sinuosa o fruta del trópico. También en forma de montaña, si la montaña se recorta en bellas curvas contra el cielo, como en el caso de las montañas de Río de Janeiro, diseñadas por Dios el día aquel en que Dios se creyó Niemeyer.
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