17 abril, 2014
Los think tank argentinos: poder económico y dictadura
Durante las últimas décadas en Argentina se han creados diversos centros de estudios o usinas de pensamiento, los denominados think tank. Vinculados a la elite empresarial, y a los sectores dominantes, así como con profundos vínculos con el poder militar, su rol en el diseño y planificación de políticas públicas todavía no ha sido del todo estudiado.

Durante las últimas décadas en Argentina se han creados diversos centros de estudios o usinas de pensamiento, los denominados think tank. Vinculados a la elite empresarial y a los sectores dominantes, así como con profundos vínculos con el poder militar, su rol en el diseño y planificación de políticas públicas todavía no ha sido del todo estudiado.
Corría el año 1991 y Argentina todavía vivía los efectos de la hiperinflación desatada dos años atrás, que había significado la entrega anticipada de la banda presidencial por parte de Raúl Alfonsín al recientemente electo Carlos Menem. Ese abril del ’91 pasará a la historia por ser el momento en el cual se anunció el Plan de Convertibilidad, que sostuvo durante más de 10 años la paridad cambiaria entre un peso y un dólar. Quien realizó el anuncio fue el nuevo ministro estrella del gabinete menemista, Domingo Felipe Cavallo. Lo acompañaron como integrantes del equipo económico sus compañeros de ruta de la Fundación Mediterránea. La misma que Cavallo integraba desde 1979 y bajo cuyo amparo había sido funcionario público en la provincia de Córdoba, presidente del Banco Central y, a la postre, ministro de Economía.
23 años después, abril de 2014, el Centro para la Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), realiza su cena anual. En ella dicen presente varios candidatos anotados para la elección presidencial del año próximo: Mauricio Macri, Hermes Binner, Ernesto Sanz, José Manuel De la Sota y, el más codiciado por los organizadores, Sergio Massa. Junto a los referentes políticos se encuentran la cúpula del HSBC, Gustavo Grobocopatel e integrantes de la Sociedad Rural, todos pagando miles o cientos de miles de pesos por una mesa en el convite.
El Cippec, la Fundación Mediterránea, el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), Fundación Pensar, la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) y la Fundación Libertad, componen el núcleo duro desde donde se elaboran, formulan y plantean las principales ideas y proyectos de los sectores dominantes de la Argentina. Los think tank locales. Algunos de ellos con varias décadas de trayectoria y una relación zigzagueante con los gobiernos de turno.
Surgidos al calor de los años 50 en Estados Unidos pero cobrando nuevos bríos a partir de la revolución conservadora de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, los think tank, para los cuales no existe un concepto en español similar, por lo cual muchas veces se recurre a analogías como “laboratorio de ideas” o “usinas de pensamiento”, han cobrado gran importancia como difusores de determinados saberes expertos, con acceso a información privilegiada y desplazando muchas veces a los denominados técnicos. Siempre vinculados al ámbito privado y operando en los márgenes de los procesos políticos, su capacidad para influir en las políticas públicas debe ser tomada muy en cuenta. En la Argentina estas usinas de pensamiento no se hicieron visibles sino hacia fines de los años 70 y cobraron real protagonismo con el regreso de la democracia.
Financiamiento e integrantes
De estrecha vinculación con el mundo empresarial, los think tank encuentran en este ámbito, el espacio privilegiado para obtener financiamiento. Sectores de la industria, el agro y las finanzas se cuentan como socios, fundadores y principales inversores de las usinas de pensamiento locales. Por ejemplo si miramos la nómina de socios de la Fundación Mediterránea nos encontramos entre ellos al Banco Patagonia, Siderar, Techint, Laboratorios Bagó, Mastellone Hermanos, BBVA Banco Francés o el Grupo Roggio.
El CARI por su parte, surgió como la pata local del Consejo de Relaciones Internacionales (Council of Foreign Relations, CFR) financiado principalmente con aportes de la familia Rockefeller y contó en sus comienzos con Henry Kissinger como miembro asociado. Hoy realizan aportes para sostener sus investigaciones Siemens, Bunge y Born, Cargill, Carrefour y Acindar.
FIEL, uno de los centros de investigación más antiguos, fundado por la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y de donde proviene otro ministro de Economía en tiempos de la convertibilidad, Ricardo Lopez Murphy, evita dar información sobre su financiamiento, sosteniendo que no recibe aportes gubernamentales, sino de empresas asociadas, sin más detalles. Sin embargo, de acuerdo a un estudio realizado por Eduardo Basualdo y Claudio Lozano durante el año 2001, se indicaba que por aquel entonces FIEL recibía financiamiento de unas 50 empresas, de las cuales el 92% integraban el conjunto de las empresas líderes de la economía argentina.
Diferente es el caso de otros think tank que han surgido estrechamente vinculados a partidos políticos como la Fundación Pensar y la Fundación Concordia. Ambas organizaciones, al igual que FIEL, evitan dar información sobre su financiamiento, al sostener que se apoyan en aportes privados. Pero a diferencia de aquella, aquí hay que destacar que mientras Pensar está ligada al PRO de Mauricio Macri, la Fundación Concordia, de reciente creación, es el laboratorio de ideas del actual diputado y ex intendente de Tigre, Sergio Massa.
Es pertinente hacer una separación entre think tank que responden directamente a partidos políticos como Concordia y Pensar, de aquellos que mas allá de la participación de algunos de sus miembros en gabinetes ejecutivos, no responden a los lineamientos de un partido político particular.
Vínculos con el poder militar
Hay un elemento distintivo que recorre a los principales think tank de Argentina, sean estos de reciente creación o tengan una historia de algunas décadas, y es el vinculo que sus integrantes han tenido con el poder militar que gobernó la argentina a partir de marzo de 1976.
FIEL, al igual que Fundación Mediterránea durante los últimos años de la dictadura, realizaron una defensa cerrada de las políticas de liberalización económica llevadas adelante durante aquellos años. Sin ir más lejos el propio Domingo Cavallo, como director de la revista Estudios que publicaba la Fundación Mediterránea, realizó durante 1979 y 1980 trabajos de investigación académica para Guillermo Walter Klein, secretario de Estado de Coordinación y Programación Económica, en tiempos que el Palacio de Hacienda era ocupado por José Alfredo Martínez de Hoz. Otro caso es el de Ricardo Zinn, economista y padre del Rodrigazo, fue asesor de Martínez de Hoz, para posteriormente vincularse tanto al CARI, como a FIEL.
Casos similares encontramos en aquellos que diseñan dentro de los think tank, políticas en materia de seguridad. Julio Cirino, quien supo oficiar como agente de inteligencia durante la última dictadura, integra la Fundación Pensar, mientras el abogado Diego Gorgal, agente de la SIDE en tiempos dictatoriales, integra la massista Fundación Concordia.
Muchas veces dejados de lado, es necesario tomar en consideración el rol que estos centros de investigación y usinas de pensamiento juegan en la definición y elaboración de políticas públicas. Su capacidad para elaborar proyectos de la mano de supuestos saberes expertos, su vinculación con la elite empresaria local y la difusión que reciben sus publicaciones en los medios hegemónicos, los convierten en actores que no podemos dejar de investigar.
Leandro Navarro – @navarro_lean
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