Batalla de Ideas

14 abril, 2014

El mensaje del paro

Por Ulises Bosia. El paro del jueves pasado fue contundente, independientemente de las valoraciones políticas que se pueden hacer. Lo que se discute es la interpretación de su significado.

Por Ulises Bosia. El paro del jueves pasado fue contundente, independientemente de las valoraciones políticas que se pueden hacer. Lo que se discute es la interpretación de su significado.

 

Como con toda iniciativa gremial que trasciende los muros de la micro-cotidianeidad, es banal denunciar su carácter político y resulta sumamente reaccionario rechazarla por ello: la clase trabajadora tiene derecho a intervenir en la escena política. La acusación del trasfondo político de sus acciones, que escuchamos de boca de varios funcionarios nacionales, contiene un marcado sesgo clasista, como lo prueba el hecho de que muy pocas veces se la escucha cuando es el poder económico quien se reúne con los gobernantes para hacer lobby o pronunciar sus reclamos.

Asumiendo lo anterior, se trata entonces de establecer cuál fue el significado político de este segundo paro nacional durante el gobierno de Cristina Fernández.

Son vanos los intentos por disminuir la contundencia de la acción gremial: por un lado bastaba ver las imágenes domingueras del centro de Buenos Aires para notar la presencia del paro, por otro lado las posibilidades de los convocantes y la propia realidad de la clase trabajadora argentina están muy lejos de poder garantizar un paro “total”, por lo que los niveles de adhesión logrados justifican una evaluación exitista.

Sobre esto último vale la pena detenerse. Por un lado es necesario subrayar la fragmentación del movimiento obrero, organizado hoy en cinco “centrales” sindicales, ninguna de las cuales podría arrastrar por sí sola al conjunto de la clase trabajadora a una medida de fuerza. Junto con ello hay que tener en cuenta que según cifras oficiales en el 80% de los lugares de trabajo privados no se eligen delegados sindicales y que el 75% de los trabajadores y trabajadoras no están sindicalizados. Pero también es clave la fragmentación de la propia clase trabajadora.

Considerando a la tercera parte que trabaja en negro sin ningún derecho sindical, a lo que deben sumarse quienes trabajan bajo diversas formas fraudulentas de tercerización o subcontratación, la idea de una huelga general que paralice la gran mayoría de los establecimientos laborales es más bien anacrónica, pertenece al país del pleno empleo previo a la última dictadura militar.

Dicho esto, quedó demostrado que la capacidad de fuego de la CGT conducida por Hugo Moyano no es para nada despreciable, apoyada en la alianza con los gremios que controlan el transporte público en las grandes ciudades. La CTA jugó un rol de reparto, mientras que la fuerza gremial de Barrionuevo volvió a mostrarse muy exigua. En este contexto, los piquetes en los accesos a las ciudades, protagonizados por sectores de la militancia de izquierda, actúan como un complemento secundario utilizado para ganar visibilidad mediática y delimitarse políticamente de la conducción del paro. El kirchnerismo debe evaluar el costo que tuvo la ruptura evitable con Hugo Moyano, sin el que el paro no hubiera sido posible.

El momento político y el significado del paro

Como todo lo que ocurre y ocurrirá en nuestro país durante este año y el próximo, incluyendo cosas tan variadas como la negociación con el Club de París o el propio mundial de fútbol de Brasil, una clave de lectura posible es la que mira a las elecciones presidenciales de 2015.

En este sentido, cualquier medida de fuerza gremial se inscribirá en un escenario dominado por la presencia de opciones derechistas de fuste, tanto por fuera como por dentro del Frente para la Victoria, encabezadas por Sergio Massa y Daniel Scioli respectivamente. En este sentido la adscripción explícita de dirigentes gremiales como Barrionuevo al Frente Renovador no debe pasar inadvertida al análisis, sin embargo es necesario tomar nota de que las adscripciones políticas de los otros convocantes del paro son muy dispares, desde el peronismo hasta la centroizquierda e incluso la izquierda.

Es de manual que todos los sectores opositores al gobierno apoyen la medida de fuerza, promoviendo un mayor desgaste de la gestión kirchnerista. Pero es propio de la polarización social de la última década que incluso algunos sectores patronales descontentos como la Sociedad Rural hagan guiños al paro –no así los hegemónicos liderados por la Unión Industrial Argentina que lo criticaron-, lo mismo que sectores abiertamente derechistas como el macrismo.

Pero hay otro elemento de peso a tener en cuenta, sin el cual toda opinión es incompleta, que es el momento económico y la política del gobierno nacional ante él. La decisión de abandonar cualquier perspectiva de “profundización” del modelo afectando los intereses de la clase dominante y de abrazar en cambio una vía de “conciliación”, encaminada a recorrer una “retirada ordenada” hacia el 2015, se materializó principalmente en los intentos por volver al endeudamiento externo y en la decisión de ceder a las presiones del capital exportador y devaluar bruscamente la moneda y elevar las tasas de interés.

Este curso, jalonado por los aumentos en las tarifas de los servicios públicos y el transporte y el intento de cerrar por debajo de la inflación las negociaciones paritarias -como testimonia el ofrecimiento inicial de 22% en la paritaria docente nacional que juega un rol “testigo”- configura una situación de ajuste sólo matizada por la negativa a disminuir el gasto público, que impactaría en los niveles de actividad y empleo más directamente.

Ante esta situación, es necesario concluir que las medidas de fuerza de la clase trabajadora están claramente justificadas, empezando por la huelga de 17 días de los docentes bonaerenses que el kirchnerismo rechazó abiertamente. Vale preguntarse además, como se hizo en este mismo portal, cuál fue la influencia de la convocatoria del paro en las paritarias ya cerradas por arriba de las expectativas iniciales, como las de bancarios o metalúrgicos, cuya firma se apresuró a llegar antes de la medida de fuerza.

Indudablemente una porción mayoritaria de la clase trabajadora fue o es votante del kirchnerismo a lo largo de esta década, y posiblemente una parte importante se sienta distante de figuras repudiables como Luis Barrionuevo o del propio Frente Renovador. Ahora bien, ante esta situación las opciones realmente existentes para la acción de la clase trabajadora son dos: por un lado la que se sigue de las declaraciones de Calo, líder de la CGT oficialista, quien afirmó que en la paritaria metalúrgica “se cerró lo que se pudo, lo importante es garantizar los puestos de trabajo”. Por otro lado la de la única convocatoria gremial existente tendiente a defender las condiciones de vida de la clase trabajadora, con sus limitaciones como la falta de un programa que apunte a las ganancias del poder económico como alternativa al ajuste.

Con el curso político que definió para el final de su mandato, el propio kirchnerismo puso al conjunto de la clase trabajadora ante este dilema: o bien resignarse a perder terreno en la correlación de fuerza frente a la clase dominante, o bien intentar defender los pisos conseguidos en esta década, aunque ello signifique un desgaste objetivo del gobierno, como quedó en evidencia en la huelga docente bonaerense o en el paro del 10 de abril.

 

@ulibosia

 

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