Economía

9 abril, 2014

Suecia a la vanguardia

La Municipalidad de la ciudad de Gotemburgo, en Suecia, aprobó la puesta en marcha de un experimento laboral por el que un grupo de trabajadores municipales comenzarán a cumplir una jornada de 6 horas diarias, en lugar de las habituales 7, sin reducción de salarios. Más eficiencia, creación de nuevos puestos y mejoras en la calidad de vida.

La Municipalidad de la ciudad de Gotemburgo, en Suecia, aprobó la puesta en marcha de un experimento laboral por el que un grupo de trabajadores municipales comenzarán a cumplir una jornada de 6 horas diarias, en lugar de las habituales 7, sin reducción de salarios. Más eficiencia, creación de nuevos puestos y mejoras en la calidad de vida.

 

“Creo que ha llegado el tiempo de probar esto realmente en Suecia”, comentó al periódico «The Local» Mats Pilhem el vicealcalde de Gotemburgo y miembro del Partido de la Izquierda. Este régimen de trabajo de 30 horas semanales (seis horas diarias por cinco días a la semana) ya contó con un antecedente al ser aplicado exitosamente en la fábrica de autos de la ciudad.

El experimento se hará con todas las de la ley, con un grupo experimental y otro de control. El personal se dividirá en un grupo que continuará con las siete horas convencionales en Suecia y otro que comenzará a laborar bajo el nuevo régimen de 30 horas, con el mismo salario. “Esperamos que el día laboral más corto resulte en que los trabajadores se den menos de baja y que se sientan mejor física y mentalmente”.

Haremos el experimento y compararemos, después tomaremos una decisión legislativa en firme extensible a todos los trabajadores”, anticipó Pilhem, quien también rechazó las críticas opositoras que adjudicaban estas medidas a un afán electoralista.

El reclamo de reducción de la jornada laboral no es novedoso y se ha planteado no sólo como una forma racional de crear más puestos de trabajo manteniendo los niveles salariales sino también como una medida que, lejos de redundar en menos ganancias para las empresas, lograría incrementar la productividad por hora trabajada y reduciría la cantidad de accidentes (que suelen producirse por cansando en las últimas horas laborales). Por supuesto que también se constataría un impacto directo en cuando a una mejor calidad de vida de cada uno de los trabajadores con jornadas reducidas.

En diversos países europeos, donde la jornada laboral semanal promedio ronda las 40 horas, se ha ido testeando esta estrategia, con resultados diversos. En Alemania la ministra de Familia, la socialdemócrata Manuela Schwesig, planteó este año la posibilidad de reducir la jornada laboral para padres y madres con hijos pequeños a 32 horas semanales. En el Estado Español tanto la CNT como la CGT proponen la jornada semanal de 30 horas como forma de lucha contra el desempleo.

A nivel mundial, un informe de la OIT de hace algunos años señalaba que una de cada cinco personas trabaja «jornadas excesivas» que suman más de 48 horas semanales. Esto a casi 100 años de las primeras regulaciones sobre la jornada laboral. El informe de la OIT añade: “Las jornadas de menor duración tienen efectos positivos, incluyendo beneficios para la salud y la vida familiar, la reducción de accidentes en el lugar de trabajo, así como mayor productividad e igualdad entre los sexos”.

El año pasado hasta el multimillonario mexicano Carlos Slim abogó por una jornada semanal de 33 horas (tres días de 11 horas cada uno, para que los jóvenes trabajadores cuenten con más tiempo para estudiar y perfeccionarse).

En nuestro país, donde la cantidad de horas semanales trabajadas ronda 43 y tiende a aumentar, hubo y hay diversas iniciativas legislativas que propusieron la reducción de jornada laboral, desde la de Estévez Boero en 1997 hasta la del legislador del FPV Héctor Recalde (quien recientemente propuso reducir la semana laboral de 48 a 45 horas, en una propuesta que él mismo consideró “bastante prudente”), pasando por la que en 2012 presentó el senador fueguino Osvaldo López,  integrante del bloque de Nuevo Encuentro, que proponía “6 horas diarias y a 36 horas semanales sin reducción salarial”.

López sostenía en los fundamentos que “reducir la jornada laboral, no solo mejoraría la calidad de vida del trabajador sino que además, ayudaría a mejorar la productividad” y agregaba: “no necesariamente pasar a trabajar seis horas en lugar de ocho, va a significar una mengua de la producción, porque en la mayoría de los casos, la productividad del trabajador, disminuye al compás de la mayor explotación”.

 

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