2 abril, 2014
En Bosnia dijeron basta. Crisis y revuelta popular
Durante febrero Bosnia-Herzegovina (BH) vivió una ola de protestas que duró semanas. En distintas ciudades del país hubo manifestaciones contra la situación política y económica. Asambleas y movilizaciones populares destituyeron varios gobiernos regionales y hoy condicionan la política del país.

Mientras en febrero Ucrania se llevaba la atención mundial, Bosnia-Herzegovina (BH) vivió una ola de protestas que duró semanas. En distintas ciudades del país hubo manifestaciones contra la situación política y económica. Superando los nacionalismos, el pueblo bosnio encontró unidad en los reclamos por una sociedad más justa y democrática.
En este pequeño país de Europa, uno de los más pobres del continente, con una tasa de desempleo que se ubica entre el 28 y el 40% y que afecta sobre todo a los jóvenes, estalló una revuelta popular que se extendió varios días de febrero.
Los sucesos comenzaron el día 5 en Tuzla. Los trabajadores de distintas fábricas privatizadas salieron a manifestarse contra despidos y salarios impagos. La ciudad había sido un centro industrial de importancia en la Yugoslavia comunista. Pero entre 2000 y 2010 el proceso de privatización de distintas empresas públicas que empleaban a la mayoría de la población, había acabado por arruinarlas.
La policía reprimió violentamente la marcha, y al día siguiente las protestas continuaron con más personas y con mayores demandas.
Finalmente, el 7 de febrero, las manifestaciones se hicieron masivas y en muchas ciudades, incluida la capital Sarajevo, los ciudadanos expresaron su bronca contra la situación política y económica del país. Edificios gubernamentales, como la sede de la Presidencia y del gobierno cantonal, fueron saqueados e incendiados. Hubo muchos heridos y detenidos.
Los días siguientes miles de personas siguieron llenando las calles de más de 30 ciudades del país. Los gobernadores de cuatro cantones presentaron su renuncia y lo que empezó como una movilización espontánea, terminó articulándose en diversas asambleas ciudadanas.
La guerra, Dayton y una lógica étnica
Parece reiterativo, pero cada vez que se habla de BH hay que remontarse a los ’90. Porque las consecuencias de la guerra que siguió a la desintegración de Yugoslavia (con cuotas de “limpieza étnica” y genocidio; más de cien mil muertos y dos millones de desplazados) tienen mucho que ver con los problemas actuales.
Los acuerdos de Dayton (1995) que pusieron fin al conflicto, auspiciados por Estados Unidos y Europa, consolidaron una arquitectura administrativa étnica. El Estado federal bosnio comprende dos entidades: la Federación de BH, con mayoría de croatas y bosniacos (previamente llamados bosnios musulmanes) y la República Srpska, con población predominantemente serbia. A su vez, cada entidad se divide en secciones administrativas con ciertos grados de autonomía. La crisis ecónomica y política actual del país está en consonancia con esa manera de organizar el Estado.
Por un lado, el costo de sostener esa burocracia es enorme. En un artículo publicado en Viento Sur, James Robertson sostiene que “el coste de funcionamiento del Estado de Dayton consume alrededor del 66% del presupuesto del país, en detrimento de una economía nacional de por sí muy tocada”.
En efecto, el Estado se ha vuelto el mayor empleador en BH y los funcionarios tienen privilegios con el que el resto de los ciudadanos solo puede soñar. El 13 de febrero, el portal Courrier des Balkans publicaba que por las manifestaciones habían renunciado 46 miembros gubernamentales, entre ministros y primeros ministros cantonales. La ley les garantiza que pueden seguir cobrando sus salarios durante un año. Perciben entre 1100 y 2000 euros por mes, contra los 420 que es el sueldo promedio en el país.
Pero la clase política se encuentra más ocupada en debates étnicos. En Dayton se aseguró que cada nación constituyente tenga un miembro en la presidencia tripartita y que en el parlamento se puedan vetar leyes que se consideren lesivas para los intereses de aquellas. De este modo, la capacidad de acción de la presidencia federal es muy reducida y cada entidad (y cada político) trata de mantener sus privilegios.
La Unión Europea, con la que BH se encuentra en charlas de pre acceso desde 2012, quiere modificar esta situación, pero su receta es la misma en todos lados. El año pasado le retiró 47 millones de euros a BH porque sus representantes políticos no lograron acordar una manera de elegir presidentes que incluyera a otros habitantes del país (como los gitanos y los judíos). Ante los recientes eventos, la encargada de política exterior de la UE, Catherine Ashton, acusó a los dirigentes políticos del país: “Es tiempo de que muestren liderazgo”. Claro que desde Bruselas no hubo referencia a que las políticas de austeridad, privatizaciones y demás, que se fueron aplicando en BH desde comienzos del siglo, se debieron a requisitos necesarios para ingresar a la UE. O para recibir préstamos del FMI.
Por otra parte, la cuestión nacionalista busca ser aprovechada para esgrimirse ante cualquier problema y estas protestas no fueron la excepción. El presidente de la Republika Srpska, Milorad Dodic, no tuvo problemas en aseverar que si BH no funciona, debería separarse. La mayoría de las protestas ocurrieron en territorio de la Federación de Bosnia-Herzegovina, lo que para Dodik demostraba que el problema estaba allí. Pero días después, alrededor de mil personas salieron a protestar en las calles de Banja Luka (la capital de la República Srpska).
El reclamo popular
Viendo responsabilidades en los otros, muchos políticos bosnios eluden las propias. Y muchas veces muestran una desconexión total con sus ciudadanos.
El primer ministro del cantón de Sarajevo declaró, al estallar las protestas, que los habitantes de esa ciudad no tenían ningún motivo para manifestarse. Días después, debió renunciar. El movimiento popular buscó trascender cualquier diferencia étnica y puso el acento en los reclamos por una mayor justicia social y un régimen más democrático. Como explicó la economista serbobosnia Svetlana Cenic, “es la pesadilla de los políticos que las personas se unan en las protestas”.
En diferentes ciudades, los manifestantes se organizaron en asambleas. El 16 de febrero, la de Sarajevo elaboró unas resoluciones que debían enviarse a la asamblea cantonal. Entre ellas se encontraban: formar un gobierno sin afiliación partidaria, auditar los salarios y beneficios de los funcionarios públicos para armonizarlos con la situación económica actual y revisar los procesos de privatización de diferentes empresas. Similares cuestiones reclamaron en Tuzla y en otras ciudades.
La persistencia del movimiento llevó a que trascendiera las fronteras del país. Y es que BH no es el único lugar con problemas en los Balcanes. Con más o menos participantes hubo marchas en Serbia, Croacia, Montenegro y Macedonia.. Y muchos activistas e intelectuales reconocidos de la izquierda, como Noam Chomsky, Slavoj Zizek, Naomi Klein y Eric Toussaint, entre otros, hicieron pública una carta de apoyo a los manifestantes.
¿Qué ha conseguido el movimiento hasta ahora? Un posible adelantamiento de las elecciones federales, muchas renuncias y que todavía tres cantones (incluido el de Sarajevo) sigan sin autoridad ejecutiva.
El 27 de marzo, se formó un nuevo gobierno en Tuzla. Los funcionarios acordaron congelar su afiliación partidaria (si la tenían) y no presentarse en las próximas elecciones. La asamblea de ciudadanos discutirá la situación y posiblemente aconseje el rumbo a seguir en varias áreas. Sin duda, todavía no está definido el futuro de este movimiento.
Aunque el fracaso de protestas similares hagan aflorar una mirada escéptica, no deja de ser valioso que, por vez primera desde la guerra, muchos bosnios se unieran y comprobaran que, en conjunto, se puede luchar por una mayor justicia económica y social.
Matías Figal
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