Economía

1 abril, 2014

Minas peligrosas

Este lunes 31 de marzo la agencia de noticias oficial Telam publicó una muy discutible apología de la actividad minera en el país. Cifras descontextualizadas, contradicciones y polémicas.

Este lunes 31 de marzo la agencia de noticias oficial Telam publicó una muy discutible apología de la actividad minera en el país. Cifras descontextualizadas, contradicciones, polémicas y clamorosos silencios.

 

Bajo el antetítulo “Crecimiento” Telam publicó el día de ayer, 31 de marzo, una auténtica oda a la minería en la República Argentina. Con toda probabilidad la noticia intitulada “Fuertes inversiones y más empleo marcaron el crecimiento de la minería durante esta última década” será replicada por diversos portales afines a la política económica del oficialismo. Pero lo cierto es que el artículo, que no lleva firma, no hace más que repetir algunos pocos lugares comunes y mitos sobre la minería en el país que son, por lo menos, discutibles.

El artículo no deja de aclarar que todos los grandes logros económicos que se enumeran se deben a la clarividente estrategia minera llevada adelante, antes que nadie, por Néstor Kirchner: “Nada de esto es casual. Detrás de más de diez años de crecimiento de la minería argentina, hay un proyecto cuidadosamente diseñado que nació en 2003 por impulso del entonces presidente Néstor Kirchner, y que permitió colocar a este sector productivo entre los principales en la economía nacional”.

Después de una algo patética evocación de los lugares comunes de la argentinidad («Argentina siempre fue conocida en el mundo por la calidad de sus carnes, por la cantidad de sus cereales y por la pasión de sus tangos. Difícil era pensar que a nivel global fuera reconocida también por sus recursos minerales») comienzan a acumularse datos descontextualizados y sin citar ninguna fuente acerca del “acumulado de más de 40.000 millones de pesos en inversión para nuevos proyectos”, los “500.000 empleos entre directos e indirectos” (lo que contradice un informe de la propia , los “6 millones de metros perforados”, el aumento de la cantidad de proyectos mineros “de 18 a 704 desde 2003 a la fecha”, el crecimiento de las exportaciones de “3.000 millones a más de 33.000 millones” o la incidencia de “3,2 por ciento en el PBI nacional”.

Luego el artículo contabiliza feliz que las inversiones mineras provienen de países como “Alemania, Australia, Brasil, Canadá, China, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Japón, Italia, Corea del Sur, Francia, Perú, Reino Unido, Sudáfrica, Rusia, Suiza” y destaca a algunas de las multinacionales responsables de tales inversiones: “la automotriz Toyota; la trading productora de Suiza, Glencore; la aurífera Barrick Gold; las siderúrgicas de Corea del Sur y de China, Posco y MCC; y la procesadora industrial Durlock”.

Y el articulista celebra la apertura económica nacional dándole la palabra nada menos que a “un alto ejecutivo de una de las principales firmas del sector” (que nunca se nombra) quien supuestamente afirma “Argentina ha podido, por estos años, promocionar y calificar gran parte de su potencialidad minera, y ello concita a nivel mundial expectativas crecientes entre la comunidad inversora”.

Es cierto, la comunidad minera internacional está feliz con las políticas macroeconómicas argentinas en relación con las regulaciones mineras. Se frotan las manos, de hecho. Pero lo cierto es que la felicidad les viene desde el menemismo, pese a que el articulista anónimo atribuya todo el mérito a Néstor. Lo que también es tristemente cierto es que las condición de privilegio para las multinacionales mineras, depredadoras como pocas y discutidas en todo el planeta, no sólo no se han cuestionado durante la “década ganada” sino que se han profundizado y articulado en toda una serie de alianzas, decretos especiales, beneficios tributarios y garantías de paraguas político y jurídico impensables aún en pleno auge neoliberal menemista.

En realidad los orígenes de los actuales “logros” argentinos en minería deben rastrearse hasta la Ley de Actividad Minera Nº 24.196, del año 1993, y las posteriores modificaciones recomendadas por el Banco Mundial, tal como explica el sociólogo Federico Nacif, en una reciente artículo publicado en Página 12: “a partir de 1994, el Banco Mundial comenzó una serie de ‘intercambios analíticos’ con las autoridades del gobierno de Menem para desarrollar un ‘plan de reordenamiento’ acorde con la ‘transformación general del sector provocada por la fuerte inversión de empresas extranjeras’”.

Y ya la ley 24.196 era suficientemente generosa. Entre algunos de los puntos establecidos con el fin de atraer las inversiones mineras se pueden señalar: Doble deducción de gastos de exploración, deducción acelerada, exención de derechos de importación, tasa límite del 3% en el impuesto a la actividad minera, exención de los impuestos al patrimonio, estabilidad fiscal por treinta años o exención del impuesto a la ganancia mínima presunta, entre otros presentes. Para ser justos hay que decir que la carga tributaria minera del país más baja del mundo la tiene Chile (aventajado alumno y ejemplo paradigmático del Banco Mundial  a lo largo de las últimas décadas) y que la región que menos les cobra a las mineras es América Latina, según diversos estudios.

Pero además de este tributo 3% formal de regalías, que al momento de pagar se convierte en menos de un 1%, lo que tienen que tributar se establece en base a unas declaraciones juradas armadas por las mismas empresas sin el control real de ningún organismo estatal. Una verdadera ganga.

El por los años noventa aún diputado José Luis Gioja tiene, en cualquier caso, más mérito que Él en el desarrollo minero en el país ya que, como sabía denunciar el hoy terriblemente devaluado Pino Solanas, entre otros lugares en su soportable documental Oro Impuro, “al comienzo de los 90 los hermanos Gioja eran operadores de Menem y agentes de la Barrick Gold, con la misión de facilitar el desembarco de la megaminería en la Argentina”.

Pero además de buscar el verdadero ADN de los padres del modelo minero triunfante, es necesario discutir sus supuestas virtudes. En ese sentido recomendamos el imprescindible texto, publicado en 2011, 15 Mitos y realidades de la minería transnacional en Argentina – Guía para desmontar el imaginario prominero (expresamente inspirado por el texto de la periodista canadiense Jennifer Moore, Mitos y realidades de la Minería Transnacional), firmado por el colectivo Voces de Alerta.

Entre los mitos que desmonta el trabajo de Maristella Svampa, Norma Giarracca, Miguel Teubal, Darío Aranda y otros investigadores y especialistas se encuentran: “Mito 2: La minería es un motor de desarrollo que impulsa la economía nacional”, “Mito 3: La minería genera empleo y crecimiento económico local”, “Mito 4: La minería crea muchos puestos de trabajo indirectos”, “Mito 6. Los beneficios de la minería se quedan en los países donde se extraen los minerales, y las empresas contribuyen con el pago de diferentes impuestos en el desarrollo del país”, “Mito 7: La minería puede ser limpia, no contamina el ambiente, y se puede hacer sin riesgos ambientales. Hay una solución técnica para cada problema ambiental” o “Mito 9: Ningún proyecto minero se hace sin el consentimiento previo de las comunidades involucradas”.

Por problemas de extensión, recomendamos recurrir al estudio mencionado. Aquí, incluso dejando de lado las recurrentes y más que fundadas denuncias por perjucios ambientales que han llevado a los habitantes de Famatina y otras comunidades del país a oponerse a los proyectos de megaminería (y a ser duramente reprimidos por fuerzas estatales y para estatals por su oposición), sólo diremos que el pronóstico de 2011 de Miguel Bonasso en su investigación El Mal. El modelo K y la Barrick Gold, vinculado a los mitos 3 y 4, que muchos amigos del poder consideraron “contrera” o “tendencioso”, ha tenido más de una confirmación fehaciente. Bonasso decía: “Ellos lo que alegan es que hay creación de puestos de trabajo, desarrollo, donde de otra manera no habría. Pero esto no es así, porque los trabajos son transitorios. Se crean, tanto directos como indirectos, en la etapa de construcción de la mina, en la etapa en la que ahora está Pascua Lama”.

Muy bien, precisamente el mismo día de la publicación de Telam directivos de la multinacional Barrick Gold comunicaron oficialmente al Gobierno de la Provincia de San Juan que no renovarán el contrato de 1900 empleados que trabajan en el proyecto binacional argentino-chileno Pascua Lama. Aducen, previsiblemente, que se trataba de «contratos concluidos vinculados a la fase de construcción de la mina”. Y si fue sólo el 55% de los puestos de trabajo fue gracias a la diligente negociación del resucitado gobernador sanjuanino José Luis Gioja que este domingo pasado se reunió con directivos de Barrick y logró torcerles el brazo y garantizar la continuidad de 1600 empleados sobre 3500.

Si bien la noticia no es sorprendente en sí misma para cualquiera que haya seguido aún superficialmente la evolución de los debates mineros en Argentina sí lo es la simultaneidad de la apología oficialista de la minería y de la confirmación por parte de los mismos pulpos multinacionales de lo efímero de su supuesta capacidad generadora de trabajo. A confesión de partes, relevo de pruebas, como se suele decir. Una prueba más de la frazada corta que implican las transformaciones estructurales a la orden del Banco Mundial, en el sentido de la reprimarización exportadora del aparato productivo con fines, principalmente, de generación de divisas para el pago de la deuda externa.

Y mejor no hablemos de contaminación, como ya dijimos, ni de los escándalos de corrupción a nivel nacional y provincial vinculados con las mineras. Es cierto que, con tamaños márgenes de ganancia, estas voraces multinacionales que, cual Atilas planetarios, dejan tierra arrasada a su paso, pueden permitirse invertir algunas migajas en jueces, matones, políticos y periodistas a sueldo. Incluso algunas universidades nacionales se financian con plata minera. De allí tampoco es esperable que surjan muchos estudios críticos.

Pedro Perucca – @PedroP71

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