29 marzo, 2014
Rosario: Una ciudad que se desangra
Por María Victoria Cattaneo, desde Rosario. Una reflexión visceral sobre el asesinato por una golpiza de David Moreira, un joven de 18 años. La violencia, la justica y la «inseguridad». Los pibes y la sangre.

Por María Victoria Cattaneo, desde Rosario. Una reflexión visceral sobre el asesinato por una golpiza de David Moreira, un joven de 18 años. La violencia, la justica y la «inseguridad». Los pibes y la sangre.
Un nene de unos seis años, frente a la puerta de los Tribunales provinciales en Rosario grita a todo pulmón, aplaude y se desploma llorando, diciendo “¡Justicia por David!”. David Moreira, un pibe que recién cumplía 18 años. Un pibe de las barriadas populares de la ciudad, uno como tantos otros, con sueños, con anhelos, con amores y desamores. “Un pibe de un corazón inmenso”, como cuenta su tío, o sus abuelas o sus padres y hermanas. Hincha fanático de Central, que laburaba para ayudar en su casa, que avisaba cuando salía y cuando volvía, que se había anotado para terminar la secundaria en una Escuelas de Enseñanza Media para Adultos este año. David, un pibe de barrio que, como tantos otros y a pesar del lugar que esta sociedad le deja a la pibada, soñaba.
David quedó en el centro de la ira, de los miedos, de las frustraciones de un grupo de vecinos que decidieron descargar todo su descontento en su cuerpo; y a fuerza de golpes terminó muriendo. Llegó al hospital descerebrado literalmente; los golpes recibidos por parte de más de 50 vecinos infelices, dejaron su cuerpo con fracturas múltiples y pérdida de masa encefálica, y en el hospital no pudieron hacer nada por su vida; pero sí pudieron hacer por la vida de otros; porque a pesar de todo el dolor, los padres tuvieron la lucidez para decidir donar sus órganos que hoy dan vida a siete personas, diciendo que “David hubiese querido que fuera así”.
La fiscalía recibe a los padres del pibe sin nada para decir. La información, la investigación ya la iniciaron los familiares que llevan todo “para que la justicia haga su trabajo”, porque no quieren venganza, quieren justicia, explican. La policía le indica a los familiares que es imposible saber quién fue, porque “fueron tantos los que intervinieron en la golpiza…” Y los funcionarios públicos no dicen nada; los que invaden los medios de comunicación permanentemente hablando de políticas públicas para solucionar el problema de la “inseguridad”, por estos días no aparecen en ningún lado; ninguno condena esta aberración. Los mismos que hasta hace dos días celebraban con bombos y platillos la llegada de más gendarmes para mantener el orden en las calles de Rosario, hoy, no dicen nada.
Y de repente otros vecinos infelices que no fueron parte de la golpiza que terminó con la vida de David, dan el golpe, celebrando el linchamiento, hablando de hacer “justicia por mano propia”. ¿Desde cuando categorizar las vidas es hacer justicia? ¿Desde cuándo vale más la vida de la señora dueña de la cartera que la vida del pibe que supuestamente quiso robarla?
Con el problema de la “inseguridad”, muchos opinamos. Que la inseguridad para quién, que si inseguridad es que salgas a la calle y te roben o es tener la seguridad de que la sociedad te piensa como una vida descartable por haber nacido pobre; que inseguridades son ambas, que no saber que pensar. Pero a partir de David las aguas se dividen. Porque ese grupo de más de 50 vecinos decidieron que había una vida que valía menos que la de ellos, porque muchísimos otros de distintos barrios apoyan el linchamiento festejando con el “¡Uno menos!”. Y otros, muy otros, vemos con profunda tristeza esta ciudad se nos desangra. La sangre, la ponen los pibes.
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