20 marzo, 2014
Agitado verano ecónomico
El mes de enero estuvo marcado por la devaluación del 18% que el gobierno llevó adelante los días 23 y 24. El derrotero del dólar en los últimos meses, el estrangulamiento del frente externo, y la nueva política monetaria llevada adelante desde la conducción del Banco Central.

El mes de enero estuvo marcado por la devaluación del 18% que el gobierno llevó adelante los días 23 y 24. El derrotero del dólar en los últimos meses, el estrangulamiento del frente externo, y la nueva política monetaria llevada adelante desde la conducción del Banco Central.
El mes de enero de 2014 será recordado no solo por sus altas temperaturas climáticas y los problemas en el suministro eléctrico, sino también por sus agitados días en materia económica. La devaluación del 18,63% sufrida por el peso en relación al dólar entre los días 23 y 24 de dicho mes, cambió por completo el panorama que el gobierno se esforzaba en sostener cuando afirmaba que no se iba a devaluar.
El equipo económico viendo que la devaluación por goteo que se venía ofreciendo desde octubre alcanzaba magros resultados, decidió durante dos días no intervenir en las ruedas cambiarias. Las caídas cotidianas de las reservas del Banco Central (BCRA) sumado al hecho de que tanto el establishment le había tomado el pulso a la devalueta cotidiana forzaron dicha acción. Se produjo entonces, la mayor devaluación del peso en un mes, de los últimos 12 años. La ortodoxia económica aplaudió la medida, aunque decidió cambiar el eje de su discurso que automáticamente pasó a ser la inflación. El gobierno llamo a la medida económica “corrección cambiaria”.
¿De la ortodoxia a la heterodoxia?
El regreso de Cristina Kirchner al cumplimiento de sus funciones presidenciales el 18 de noviembre de 2013, tras la operación a la cual se había sometido, significó un profundo reacomodamiento del equipo económico del ejecutivo nacional. Los aspectos más relevantes de estos cambios fueron la asunción de Axel Kicillof como ministro de Economía sucediendo a Hernán Lorenzino por un lado, y de Juan Carlos Fábrega como presidente del BCRA, desplazando a Mercedes Marcó del Pont por otro.
Tras la asunción del nuevo equipo económico se comenzaron a ensayar medidas económicas tendientes a frenar sobre todo la caída en el nivel de reservas que cotidianamente sufría el Banco Central, al tratar de sostener el precio del dólar en menos de $7. De esta manera se buscó por ejemplo implementar el impuesto para autos de alta gama cuyo precio de fábrica superasen los $150 mil.
En el frente externo fueron infructuosas las búsquedas de financiamiento para proyectos de infraestructura, así como la idea que en su momento tuvo el titular de la cartera de Economía de obtener un swap (canje de divisas) con el Banco Popular de China.
Mientras la devaluación administrada por Fábrega no parecía dar resultado, el dólar trepaba cerca de un 1,5% por semana, y la brecha con el dólar blue o ilegal se ampliaba cada día más. La devaluación, se sostenía desde las autoridades económicas, era una política de la ortodoxia, cuyos efectos a mediano y largo plazo significaban perdida del nivel salarial, caída del consumo, y recesión.
Llegado el mes de enero la caída de reservas de BCRA parecía indetenible, y si bien no se encontraban en un nivel crítico, las señales de alarma eran cada vez mayores. El histórico problema de la restricción externa, tan conocido en épocas anteriores, asomaba nuevamente con toda su crueldad.
Dejando de lado el turismo en el extranjero, y las importaciones de combustible debido al problema del autoabastecimiento energético, el estrangulamiento del sector externo tiene como piedra de toque el déficit del comercio internacional de las manufacturas de origen industrial (MOI). Este déficit se concentra en los bienes de capital, los productos químicos, y el sector autopartista, dando cuenta de la desequilibrada estructura productiva argentina, donde persisten una elevada subindustrialización y una débil participación del sector industrial en la innovación tecnológica.
Este desequilibrio significó para 2013 una caída del superávit comercial del 27%, que finalizo ubicándose en alrededor de 9 mil millones de dólares, donde las importaciones de bienes de capital crecieron un 8% (12.767 millones de dólares) y las de piezas y accesorios un 7% (15.419 millones de dólares).
Sumado a todo esto, comenzaron a aparecer en el mercado expectativas de devaluación por parte de los grandes exportadores y especuladores, que encontraron en una coyuntura cada vez más complicada, un escenario fértil para el juego que mejor conocen. Si enfocamos la mirada en las cerealeras encontraremos que apenas 15 empresas representan el 95% de las exportaciones de soja de la Argentina. La idea de tener un dólar más favorable forzó a que estas últimas retuvieran la producción en los silobolsas, y evitaran de esta forma la liquidación de la cosecha y por ende la entrada de divisas.
Una estructura productiva desequilibrada como más arriba describíamos, sumado a presiones devaluatorias que lograron encontrar asidero, dejaron listo el escenario para la devaluación de los días 23 y 24 de enero.
Al mismo tiempo que la moneda se devaluaba un 18% y su valor trepaba a los $8 en relación al dólar, el gobierno lanzó una serie de medidas monetarias tendientes a bajar la presión sobre el dólar blue cuya brecha con el oficial se incrementaba día a día. De esta manera por un lado se habilitó, con ciertas restricciones, la compra de moneda extranjera para atesoramiento, mientras por otro se elevó 13 puntos la tasa de interés y se redujo la tenencia en dólares por parte de los bancos que rondaba el 62% de sus activos, al 30%.
Los bancos que ya habían ganando con la devaluación, se desprendieron de esta manera de 2500 millones de dólares en divisas y títulos nominados en moneda extranjera. La venta de activos dolarizados, que generó un alto nivel de liquidez, fue absorbida por el Banco Central. Todo este paquete de medidas permitió por un lado estabilizar la cotización de dólar oficial en un valor cercano a los $8, mientras restó presión sobre el dólar ilegal que se terminó pinchando. El acuerdo con las cerealeras para liquidar cerca de 2000 millones de dólares producto de la cosecha retenida, que comenzó en febrero, permitió morigerar la caída de reservas del BCRA.
Este conjunto de medidas logró reducir las expectativas devaluatorias de los grandes grupos económicos, y le otorgo por un tiempo, oxigeno al gobierno nacional. Los efectos de la devaluación en el nivel de vida de los trabajadores, con las presiones inflacionarias siempre presentes, y la pérdida de poder del salario real, así como el impacto en los niveles de inversión y actividad aun están por verse.
Mientras el gobierno habla de “corrección cambiaria”, eufemismo para referirse a la devaluación producida, la ortodoxia económica desempolva sus viejas recetas y va por más, exigiendo reducción del gasto público y de la emisión monetaria. La pregunta queda planteada, ¿es posible un ajuste heterodoxo?
Por Leandro Navarro – @navarro_lean
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