19 marzo, 2014
YPF-Repsol-Chevron, y la danza de los no convencionales
El acuerdo entre el Estado argentino y Repsol, cierra el capítulo abierto a partir de la expropiación realizada en 2012. La entrada de nuevos actores de la mano de Chevron, y la apuesta por los hidrocarburos no convencionales. ¿Argentina potencia petrolera? El debate sobre la matriz energética.

El acuerdo entre el Estado argentino y Repsol, cierra el capítulo abierto a partir de la expropiación realizada en 2012. La entrada de nuevos actores de la mano de Chevron, y la apuesta por los hidrocarburos no convencionales. ¿Argentina potencia petrolera? El debate sobre la matriz energética.
El acuerdo alcanzado entre el Estado argentino y la empresa de capitales españoles Repsol por el pago de 5 mil millones de dólares más intereses, en compensación a la expropiación realizada a YPF, viene a colocar el punto final a un largo pleito que comenzó en abril de 2012, cuando la presidenta Cristina Fernández giró al Congreso de la Nación el proyecto de Ley por “La Soberanía hidrocarburífera de la República Argentina”.
Acosada por graves caídas de la producción, problemas de autoabastecimiento, e incumplimiento de los planes de inversión pactados, el Ejecutivo nacional dio curso al proyecto de expropiación, finalmente aprobado en el Parlamento en mayo de 2012. De esta manera el 51% del paquete accionario de la empresa petrolera en manos de Repsol, pasaba a manos del Estado Nacional, repartiéndose el 49% de dichas acciones a las provincias petroleras.
Con el proceso expropiación en curso, el Estado intervino el directorio de YPF mediante un Decreto de Necesidad y Urgencia, para luego nombrar como CEO de la misma a Miguel Galuccio. Desde ese momento, con nuevo directorio, y bajo la égida estatal, la compañía petrolera comenzó a enfocar sus acciones en conseguir financiamiento externo, y en la promoción de los yacimientos de hidrocarburos no convencionales ubicados en Vaca Muerta, descubiertos tiempo atrás.
De la burguesía nacional al financiamiento externo
La expropiación de YPF fue la última acción realizada por el gobierno nacional para tratar de obtener el autoabastecimiento de combustible, y cortar la sangría de divisas producida por el déficit energético. Esta respuesta ensayada por la presidenta Cristina Fernández, venía a dar por tierra con el intento de constituir a YPF en una empresa dirigida por sectores de la llamada burguesía nacional, fundamentalmente por el grupo Petersen, capitaneado por la familia Eskenazi.
El acuerdo alcanzado en aquel entonces implicaba que la familia Eskenazi obtenía el 25% en la participación de YPF, en base a préstamos y financiamiento que irían devolviendo a partir de los dividendos generados por la petrolera. Sin embargo, desde la entrada de los Eskenazi a YPF, la compañía profundizó el proceso de descapitalización que venía sufriendo, donde las utilidades distribuidas superaban a las ganancias registradas en los balances.
Frente a este panorama de dificultades cada vez mayores, el gobierno nacional decidió avanzar con la expropiación, siendo por su parte la familia Eskenazi expulsada del directorio de la compañía.
Según los datos brindados por la presidenta Cristina Fernández en abril de 2012 al momento de ser enviado al Congreso el proyecto de ley, YPF había alcanzado para el año 2011 una caída en el saldo comercial superior a los 3 mil millones de dólares, mientras que las reservas de petróleo calculadas en 1343 millones de barriles para el año 2001, a fines de 2011 contabilizaban 666 millones. Por su parte el déficit en la balanza energética debido a la importación de combustibles, se había ido ubicando desde el año 2008 en 4 mil millones de dólares, para tocar su techo en el año 2011, con un déficit de 9397 millones de dólares.
Una vez aprobada la expropiación, la nueva YPF bajo el mando de Miguel Galuccio decidió que la suerte de la empresa petrolera se jugaba en la apuesta a los hidrocarburos no convencionales: el shale gas y el shale oil, que según estimaciones realizadas, dan cuenta de un nivel de reservas que colocan a Argentina solo por detrás de Estados Unidos y China.
Sin embargo, la extracción de estos hidrocarburos implica la utilización del método de fracking o fractura hidráulica, una tecnología muy cuestionada a nivel mundial e incluso en la Argentina, que convella la extracción de hidrocarburos fracturando la roca madre, perforando el suelo (de manera vertical y horizontal) e insertando agua con arena y químicos a presión, lo cual permite separar el hidrocarburo de la roca. Esto trae como consecuencia la contaminación de aguas subterráneas, contaminación del aire y contaminación de suelos por los pozos que se cierran.
El socio elegido para llevar adelante esta tarea fue Chevron, empresa con la cual YPF firmó un acuerdo el pasado 29 de agosto, cuyas cláusulas secretas aun hoy se desconocen, ya YPF continúa siendo una sociedad comercial que cotiza en Bolsa. Lo que se conoce del acuerdo indica que por un lado Chevron planea realizar una inversión total de 15000 millones de dólares para finalizar el primer clúster, con una inversión inicial de 1500 millones.
El acuerdo alcanzado con Repsol, abrió las puertas a toda una gama de nuevos socios interesados en explotar los hidrocarburos no convencionales, entre los que se desatacan PEMEX (también con acciones en Repsol), y el grupo Bridas, comandado por Carlos Bulgheroni y de capitales chinos.
El debate (ausente) sobre la matriz energética
La búsqueda de inversores y tecnología extranjera para poder llevara adelante el proyecto de Vaca Muerta, de la mano de los hidrocarburos no convencionales, se encuentra contemplada en el Plan Estratégico de YPF 2013-2017 delineado por Miguel Galuccio. El mismo sostiene que Argentina debe buscar en el mediano y largo plazo no solo alcanzar el autoabastecimiento energético, sino convertírsete también en exportador neto de energía. Según el plan presentado por el CEO de YPF, de los 37 mil millones de dólares necesarios para llevar adelante la extracción de hidrocarburos no convencionales, la compañía petrolera expropiada debe invertir el 70%. Los aumentos constantes de combustibles buscan no solo apuntalar ganancias empresariales, sino también obtener dicho nivel de inversión.
Mientras Miguel Galuccio resalta que durante el 2012 se logró revertir la caída en la producción de gas y crudo, con un crecimiento del 2,3% para el primero y 2,5% para el segundo, y se cierra el acuerdo con Repsol, por el cual Argentina deberá pagar con bonos 5000 millones de dólares más intereses, sin haberse realizado siquiera una auditoria ni haber sido tasado el valor de mercado de la compañía, el gran debate ausente continua siendo el de la matriz energética.
La misma está conformada en un 65,22% por hidrocarburos, mientras el resto se reparte en hidroeléctrica (30%), nuclear (5%), y renovables (0,3%). Apostar por los hidrocarburos no convencionales es profundizar dicha dependencia en una matriz por demás endeble, con hidrocarburos de menor calidad, y cuyos daños ambientales aun no podemos llegar a percibir de manera completa
A nivel global se discute si se ha alcanzado el llamado pick oil, es decir el pico en la producción de petróleo, antesala de su declinación, y por lo tanto de la crisis energética que conlleva, sobre una demanda empujada por el consumo capitalista que no cesa de aumentar. La nueva YPF hace oídos sordos sobre estas cuestiones, y profundiza aun más el camino de la depredación.
Leandro Navarro – @navarro_lean
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