Géneros

19 marzo, 2014

Coco: el macho juguetón

Coco Sily y su “máquina del macho”, inventada con el fin de “detectar el nivel de putez” de cada persona que la utilice, generaron polémica a lo largo de la semana. La aguda crítica de Luciano Fabbri.

Por Luciano Fabbri

Fernando “Coco” Silly, en su habitual personaje de catedrático del machismo argentino, presentó en el programa Animales Sueltos (conducido por Alejandro Fantino) una celebrada “máquina del macho”, inventada con el fin de “detectar el nivel de putez” de quien se preste a este juego.

Jorge “locomotora” Castro, boxeador argentino invitado al programa, fue el primer conejillo en probar la máquina. Su “nivel de aputazamiento” fue medido a partir de la consulta sobre cómo actuaría al ir a buscar a una señorita para una cita (si tocaría el timbre, mandaría un sms, esperaría en el auto y demás opciones tan poco cómicas como creativas), para luego solicitarle que ordene una lista de deportes, “desde el más macho al más aputazado”.

Al no acertar la respuesta esperada, la que un “macho posta posta” elegiría, comienza a sonar una alarma y los colores rosa-violeta dejan en evidencia su incapacidad de dar con la talla.

Coco tiene un amigo puto

Sobre la polémica que despertó este sketch, César Cigliutti, presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), salió a defender la actitud gayfriendly de Coco, quien le agradeció la “buena onda” y dijo conocerlo hace muchos años por haber ido “a muchas marchas del orgullo gay y haber estado con ellos”. Aunque sea un recurso un poco demodé, esgrimir el tener un amigo puto siempre es una defensa posible ante la acusación de homofobia. Y si es un puto “incluido” mucho mejor.

Coco es diverso y nac&pop

En sentido análogo, un comunicado del INADI, plantea en primer lugar, la necesidad de “reconocer la participación de Sily y su entorno en todas las acciones llevadas adelante, tanto por el INADI como por diferentes organizaciones de la sociedad civil, en pos del reconocimiento y cumplimiento de los derechos de las personas que pertenecen al colectivo LGBT”. Sin perjuicio de este reconocimiento, sugiere al emisor contemplar los efectos posiblemente negativos y discriminatorios de sus humoradas. Que quede claro, Coco no sólo no es homofóbico, también es peronista, “grasa y popular”.

La Federación Argentina LGBT, fue menos condescendiente al respecto, afirmando que este sketch es “altamente discriminatorio”, “incita al odio y la violencia” y “constituye una nueva agresión a nuestro colectivo” (LGBT). Aunque puede que todavía no haya terminado de entender el juego.

“Putos de alma”

En su defensa durante el inicio del programa siguiente a la polémica, disfrutando de la prensa que le dio tan mediocre invento, el “humorista” lo dejó bien claro; la cátedra del macho, y en este caso, la máquina, “siempre es un juego que nada tiene que ver con la sexualidad”.

Así como cuando el racista queda en evidencia por algún comentario alusivo a “los negros”, dice no estar refiriéndose a alguien “de color negro” sino a “los negros de alma”, “Coquito” no tendría ningún problemas con “los putos” (aludiendo a los homosexuales) sino con los que, independientemente de su sexualidad, llevan la “putez” en el alma. “El que se depila y el que no, el que come sushi y el que no, el que tiene barrio…” balbucea al aire. O sea, que por “puto” se refiere a todo aquel sujeto que asignado “macho” al nacer en función de su genitalidad, se aleja o desvía del patrón hegemónico de masculinidad, en este caso, según el guión de género prescripto para el “macho argentino”.

¡Menudo invento!

El juego al que juega Coco no es más ni menos que el que empezamos a jugar los varones cuando intentamos obtener la credencial de masculinidad, en una cancha donde familia, escuela, medios, amigos, parejas y otros tantos árbitros evalúan nuestro grado de adecuación a la normativa de género, sancionando a rajatabla cada falta. Juego al que me hicieron jugar a mí pesar, cuando aún no sabiendo el significado de “puto” ni que me atraerían sexualmente los varones, ya recibía ese apodo por una voz aguda, un caminar alegre, una muñeca torcida.

Es que como Coco Sily se cansa de repetir, “este juego no tiene nada que ver con la sexualidad”, y simplificando un poco la compleja articulación entre cuerpo, sexo y deseo, podríamos decir que está en lo cierto. Su juego se orienta más bien a reforzar desde la supuesta comicidad, la supervisión de la “expresión de género” del macho, las formas correctas o no, normales o no, en que los sujetos identificados como varones practicamos y expresamos nuestras masculinidades.

Mucho podría decirse sobre los daños que conlleva el esfuerzo de adecuarse a este guión, incluso para quienes sostienen la pose lo suficientemente bien (ponele) como para pasar la prueba, o siquiera ser evaluados. Para ello, invitamos a observar el tándem Fantino-Sily, si su estómago lo resiste.

Lo que no podemos soslayar, es que el dueño de la pelota en este juego es un sistema que privilegia a la heterosexualidad masculina, homobófica y misógina como candidato a ganar todo campeonato. Y que no dar con la talla de las expectativas de los juguetones comisarios del género, a muchas y muchos nos sigue costando la burla, la discriminación, el estigma, la violencia y la muerte.

¡A otra cosa mariposa!

En esta le damos un “Me Gusta” al INADI, que concluye su comunicado de prensa afirmando; “debemos considerar también que el humor puede, en sí mismo, ser una herramienta para poner en crisis los prejuicios y estereotipos con los que convivimos día a día, generando nuevas miradas o exponiéndonos frente a frente con las antiguas, llevando al televidente a cuestionarse sus propios prejuicios. Es este quizás el desafío al que podemos invitar a quienes son profesionales del humor. Utilizar la risa para construir respeto por la diversidad”.

Vamos Coco, que ya va siendo hora de jugar a otra cosa.

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