Batalla de Ideas

4 febrero, 2014

Deodoro Roca, la UBA y una batalla abierta

Por Julia de Titto La Universidad de Buenos Aires (UBA) se encuentra atravesando un nuevo capítulo de la lucha impulsada […]

Por Julia de Titto

La Universidad de Buenos Aires (UBA) se encuentra atravesando un nuevo capítulo de la lucha impulsada por el movimiento estudiantil y docente por la democratización de sus órganos de cogobierno y de su funcionamiento. Los ideales de la Reforma Universitaria de 1918 y un legado en disputa.

Al cierre de esta edición, la UBA procederá a reunir a la Asamblea Universitaria para elegir a su Rector por los próximos cuatro años. En contra de la propia normativa de la casa de estudios, la Asamblea tendrá lugar en el Congreso de la Nación y no en una dependencia universitaria. El sucesor de Rubén Hallú será Alberto Barbieri, ex decano de la Facultad de Ciencias Económicas, actual vicerrector y uno de los máximos exponentes de la “universidad shopping” y la privatización y mercantilización de la educación superior pública, mediante grandes negociados con empresas y orientando la formación hacia el sector privado y el mercado. El acuerdo con la Ley de Educación Superior menemista aún vigente que entiende a la educación como servicio y no como derecho, los negociados con el Centro Universitario de Idiomas (CUI) y Capacitarte UBA, una verdadera universidad privada paralela montada sobre la estructura de la casa de estudios más importante y masiva del país, son ejemplos del modelo de universidad que defienden.

Desde 2006 -primera vez que fue electo Rubén Hallú- el movimiento estudiantil, docente y no docente vienen protagonizando una inmensa pelea por la democratización de la UBA, en particular de la forma de representación de los claustros en las distintas instancias de decisión, e instalando un debate sobre el rol social de la universidad. Allá por 2006 el primer triunfo del movimiento fue la caída de la candidatura de Atilio Alterini -ex decano de la Facultad de Derecho- quien había sido funcionario durante la última dictadura militar. De ese episodio se desató un conflicto que parece no tener cierre posible hasta el momento en que se acceda a una reforma estatutaria que contemple las reivindicaciones de estudiantes, docentes y no docentes.

A partir de ese momento, cada nueva elección de rector es escenario de grandes movilizaciones, tomas de edificios, campañas de juntadas de firmas y consultas estudiantiles, por un lado; y de estigmatización, silencio, represión y violencia institucional en diversas formas, por el otro. Si en 2006 el acuerdo mediante el cual los “decanos progres” -hoy totalmente alineados con el gobierno nacional- cerraron filas con el radicalismo era la necesaria reforma estatutaria, apenas dos años después avanzaron en ese compromiso pero sin modificar las estructuras de cogobierno y modificando para peor el texto que rige la vida académica y política de la UBA. En 2008 la propuesta que elevaron de reforma radicales y kirchneristas eliminaba la obligatoriedad de la universidad de garantizar comedores para sus estudiantes y docentes, entre otras cosas.

La democratización de la UBA -esencial para vastos sectores del movimiento estudiantil y docente, en particular para las izquierdas- es paradójicamente resistida por quienes dicen reivindicar los ideales de la Reforma Universitaria de 1918, principalmente por aquellos cercanos a la Unión Cívica Radical como el actual candidato Barbieri y su armador político Emiliano Yacobitty. A su vez, el sector encabezado por Hugo Trinchero, Jorge Aliaga y Federico Schuster (de Filosofía y Letras, Ciencias Exactas y Naturales y Ciencias Sociales, respectivamente) que luego del acuerdo de 2006, en la reelección de Hallú en 2009 jugaron a criticar y desconocer la legitimidad de esa Asamblea, incluso ausentándose de la realización de la misma y denunciando la represión policial, hoy se muestran completamente dispuestos a jugar el partido con las reglas impuestas y sin discutir previamente a la renovación de autoridades ninguna modificación en los estatutos universitarios.

Es cierto que la universidad actual es, en buena medida, heredera de aquella gesta estudiantil de 1918. Muchos fundamentos centrales de la universidad argentina como la autonomía, el ingreso irrestricto, la libertad de cátedra y la extensión –como forma de vinculación de las universidades con el resto de la sociedad-, son conquistas que, en gran medida, se han mantenido y tienen como origen esa demanda de los sectores medios por ingresar y formar parte activa de la universidad, que se amplió cualitativamente con la universidad de masas y la explosión de la matrícula en los 50 y 60. Pero uno de los fundamentos básicos de la Reforma Universitaria tuvo que ver con lo que se convertiría en la actualidad en la maldición de las castas profesorales que dirigen las universidades y que -irónicamente- se autoproclaman sucesores directos de los jóvenes de principio de siglo: los estudiantes como demos de las universidades, el cogobierno tripartito e igualitario y la concepción pedagógica que esto presupone.

Contrariamente a los fundamentos de aquella gesta heroica de comienzos de siglo XX, la Universidad de Buenos Aires actualmente está gobernada por un falso cogobierno democrático de radicales y peronistas. Los y las docentes no se encuentran representados por el claustro de “profesores”, donde sólo el 5 por ciento de los docentes puede votar (aquellos concursados y regulares), 270 mil estudiantes sólo tienen cinco representantes en el órgano máximo de gobierno cotidiano de la UBA  (el Consejo Superior) y los trabajadores no-docentes son directamente negados como sujetos parte de la comunidad académica estando hoy por fuera de los órganos de decisión.

El “relato oficial” de radicales, socialistas (del partido de Alfredo Palacios) y peronistas de lo que significó la Reforma del 18 justamente ciñe sus logros a lo que es la universidad hoy en día porque es lo que le interesa a los actores que lo construyen. Y en la construcción de aquel relato se niega el significado de las palabras de Deodoro Roca, el estudiante de derecho redactor en las sombras de aquel Manifiesto Liminar que atravesara e inspirara a la juventud del continente entero: “El universitario del 18 dio de sí todo y realizó un magnifico descubrimiento: reforma universitaria es lo mismo que reforma social”.

No parece apresurado reflexionar que si los reformistas cordobeses (y los peruanos, los cubanos y del resto de Latinoamérica) vieran el sistema universitario y social actual, y escucharan acusar de “delincuentes” a quienes lo impugnan y luchan por transformarlo –como hizo Rubén Hallú, el rector saliente- tomarían distancia de quienes sostienen esa postura y se dicen herederos de su legado, y se ubicarían como parte de la primera línea de fuego frente al vallado policial que seguramente dispondrán el 5 de diciembre en el Congreso de la Nación a la hora de la próxima elección de rector de la UBA.

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