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17 diciembre, 2018

Confesar la verdad

La confesión es una parte muy importante de todo el sistema científico. Además, es condición necesaria para el sistema patriarcal y para el sistema capitalista también. Sin embargo existe una manera de confesar y cuando esa es trastocada, como en el caso de Thelma Fardin, y se hace colectivamente, revoluciona todo.

Si bien hablar de sexo es tabú, aparece todo el tiempo y en todas partes. Es un tabú que espera y exige confesiones constantes. La confesión es una parte muy importante de todo el sistema científico. Además, es condición necesaria para el sistema patriarcal y para el sistema capitalista también.

Para que una confesión sea válida necesita de alguien que la exprese y de alguien que la legitime, de eso se trata también el método científico: de extraer la confesión y juzgarla, evaluarla, y a partir de eso administrarla, pudiendo tenerla para sí y ejercer mayor poder para después imponer su verdad. Es un juego constante, una rueda que se va armando entre el saber, el poder que éste constituye y el nuevo saber legitimado que genera ese poder.

Además, esta confesión debe ser individual. Cuando nos individualizan, lo que están haciendo es obtener ese poder-saber. Pero lo que hizo Thelma no es una confesión individual porque la hace en solidaridad con otras compañeras, porque la hace desde un colectivo. Y esta es la verdadera revolución del movimiento feminista y de la cuarta ola.

Hay varias estructuras, instituciones e interlocutores válides, patriarcales por supuesto, que juegan ese rol de administrar el discurso sobre el sexo y la sexualidad.

En primer lugar, el sistema judicial es el más visible porque es el que define la verdad, es el que dice si efectivamente hubo una violación o no. Como esta confesión pretende ser colectiva, entonces hay que individualizarla, hay que administrarla, hay que disciplinarla. El sistema judicial no estuvo ahí y no le interesa estar en el lugar del hecho, lo que le importa es que la confesión se haga directamente hacia él, no de manera pública y mucho menos acompañada por otras personas que no son parte de este sistema, que para colmo de males son mujeres y feministas.

Por otra parte, está el sistema o industria mediática hegemónica. Lo que hace es, también, exponer a la víctima, revictimizarla, y hacer un montón de preguntas para testear la veracidad de lo que está diciendo. Se la expone todo lo posible, se le da rienda suelta a la confesión, se le pide la mayor cantidad de detalles y se le hacen preguntas que apuntan a debilitar esa legitimidad, a individualizar el caso, ver porqué se llegó a esa situación, analizar todo lo que tiene que ver con ese caso y con ningún otro, porque de esa forma se puede ejercer el poder. Entonces, todo el tiempo se le pregunta cómo iba vestida, qué había dicho anteriormente, ¿estás segura de que dijiste que no?, ¿por qué lo contás ahora, después de 10 años?, ¿por qué estás maquillada de esa forma? Un montón de preguntas que apuntan a socavar la legitimidad de la víctima y de su discurso.

Porque esa confesión no puede ser hecha de esa forma, en todo caso debe hacerse a puertas cerradas en un estudio de televisión, en algún ámbito determinado y cuidado, para cuidar el poder. Por otra parte, la corporación mediática también legitima al denunciado, que en este caso es muy visible porque Darthés trabaja para la corporación mediática de manera constante desde hace años, y por lo tanto se lo sigue contratando, se lo sigue protegiendo. Compañeros suyos que constituyen esa propia organización lo salen a defender públicamente.

De la misma manera operan instituciones como el sistema educativo, que también produce una verdad sobre la sexualidad (distinta a la que propone la ESI) o el mercado también cuando dice qué teta se puede mostrar y qué teta no, por ejemplo. La psicología, particularmente, es la disciplina que pide la minuciosidad del detalle, que hace peritajes para el mismo poder judicial. Es la que indica si la víctima está sana o loca, administrando así los discursos de verdad.

Por eso molesta el caso de Thelma Fardín, porque es un discurso colectivo, porque es un discurso no hecho ante las instituciones adecuadas, es un discurso que revoluciona. Porque los medios se ven amenazados, la justicia también. Porque hay otro tipo de legitimidad social construida en un colectivo, que es el colectivo de mujeres.

Esta es la importancia que tiene hacer que la lucha sea colectiva. Nosotras no queremos imponer una verdad, sino que intentamos potenciarnos desde el feminismo. No queremos repetir ese círculo perverso entre saber, poder y saber. Queremos construir un feminismo potente, que no haga que algunes tengan más poder que otres, sino que haga que todes podamos construir otro tipo de vínculos sociales y que podamos ejercer una sexualidad más libre. Porque la amenaza de una sexualidad libre, la amenaza de salir a contar lo que sucede y que nos crean es justamente esa: que pierdan el poder.

Tienen el poder y lo van a perder porque se va a caer.

Manuela Díaz

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