24 mayo, 2018
Elige tu propio ajuste
Por Federico Dalponte. Después de dos años de despidos, cierre de programas y subejecución, el ahorro fiscal propuesto por el gobierno requiere de verdadera ingeniería. Con el 80% del gasto destinado a partidas fijas, los nuevos recortes serán inevitablemente en áreas sensibles.

Por Federico Dalponte. Después de dos años de despidos, cierre de programas y subejecución, el ahorro fiscal propuesto por el gobierno requiere de verdadera ingeniería. Con el 80% del gasto destinado a partidas fijas, los nuevos recortes serán inevitablemente en áreas sensibles.
La tesis no acepta discusiones. Para el gobierno, la falla estructural de la Argentina es el déficit fiscal (en pesos), y no la restricción externa (en dólares). El país eroga más de lo que recauda, y por ello hay que achicar el gasto. Su otra faceta, claro, tampoco es aceptada: el país –podría decirse– no recauda por tributos lo suficiente para afrontar sus gastos. Pero no, silenzio stampa.
En cualquier caso, al menos hasta diciembre de 2019, el Ejecutivo nacional acelerará el recorte del gasto público. Es una decisión tomada y hasta parece haber consenso intramuros: la designación tácita de Nicolás Dujovne como primus inter pares se inscribe en ese sentido.
Se elaborará por tanto un presupuesto con reducciones significativas. Por convicción o por complacencia con el FMI, será recortado en el Ministerio de Hacienda al menos medio punto del PBI y luego girado para su aprobación en el Congreso. Allí, claro, el gran acuerdo nacional: los votos de la oposición serán la diferencia entre un ajuste lapidario o uno progresivo.
Porque lo cierto es que los recortes no son nuevos; los hay en toda ejecución presupuestaria. La diferencia es de qué bolsillo parte la sangría.
En plena tormenta cambiaria, cuando Dujovne anunció la nueva meta de déficit fiscal, dio también el puntapié para el primer ajuste a gran escala: la obra pública. “Hay una parte del presupuesto que no se va a ejecutar este año”, admitió este miércoles el jefe de Gabinete, Marcos Peña, explicando en qué consiste la famosa subejecución presupuestaria.
A eso se sumarán, en igual sentido, los microrecortes a cargo de cada ministerio según indicación presidencial: algún programa que sobre, algún financiamiento que esté de más. Todo lo que se pueda romper, en efecto, se romperá.
Aunque se trata en definitiva de mantener el rumbo. Pisar el pedal pero sin moverse un centímetro del objetivo: la reducción violenta de los gastos a cargo del Estado. Sólo por nombrar algunas víctimas: subsidios al consumo de servicios básicos, planta de empleados públicos, programa «Ellas hacen», cobertura de medicamentos al 100%, Fútbol para Todos, plan «Remediar», programa «Conectar Igualdad», Atucha III, subsidios por discapacidad, programa «Repro».
Todos ellos implicaron una reducción de partidas. Aunque el gobierno ahora asegura que el ajuste será más profundo. No alcanzó, parece, con dos años de recortes. Como los famélicos, el Estado argentino dejó de alimentarse a través de impuestos a los sectores concentrados y ahora consume su propia grasa. Se come a sí mismo por no querer comer de los demás.
Pero la dieta espiralada no sabe de límites. Ricardo López Murphy exploró en 2001 la posibilidad de arancelar la educación universitaria y corrió la frontera de lo posible. Hoy suena inviable en términos políticos y sociales, pero la Argentina es un universo de sorpresas cuando se trata de reducir el déficit.
Como los estudiantes, los jubilados también lo saben: en diciembre pasado, casi sin debate, se flexibilizó por ley la edad jubilatoria. Los que estén cerca del retiro ahora procurarán trabajar hasta los 70 años para no mermar sus ingresos, significándole al Estado un ahorro millonario.
Eso también hubiese parecido imposible años atrás. Como aquella otra aproximación a los postulados ortodoxos que el gobierno ensayó esta semana. Casi sin inmutarse, anunció que propondrá un aumento del 12% a los estatales. Con la inflación proyectada hacia fin de año, ello implicaría un recorte salarial en términos reales del 10%. Apenas tres puntos menos de la famosa poda de Domingo Cavallo en el epílogo de la Alianza.
Así, a cada paso, aquello que parecía lejano y pisado vuelve hoy con nuevos bríos. A menudo, la imaginación de ciertos sectores se limita apenas a la repetición de experiencias pasadas. El ajuste, que ya empezó y se profundiza, todavía no encontró su límite.
@fdalponte
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