Batalla de Ideas

10 abril, 2017

Necesitamos hablar del sistema de justicia penal

Por Natacha Guala. La lucha feminista es por transformar radicalmente el mundo en que vivimos, esto implica también asumir el reto de pensar cómo vamos a cambiar los modos de responsabilización, prevención y el rol del Estado ante estas situaciones.

Por Natacha Guala. Necesitamos hablar del sistema de justicia penal y necesitamos hacerlo de forma urgente. Necesitamos discutir cómo pensamos una justicia feminista, si y cómo pensamos que el derecho penal, la policía, los jueces, fiscales y las cárceles podrían ser útiles para la prevención y protección frente a la violencia machista.

La lucha feminista es por transformar radicalmente el mundo en que vivimos, esto implica también asumir el reto de pensar cómo vamos a cambiar los modos de responsabilización, prevención y el rol del Estado ante estas situaciones.

Es una tarea difícil. Así como nos hemos socializado en un sistema patriarcal, también lo hemos hecho en un sistema punitivo que piensa el castigo a través del exilio temporario. La cárcel ha colonizado tanto nuestro imaginario que aparece como la única y natural respuesta a todos los problemas sociales. Necesitamos pensar en cómo transformar también estas estructuras. Las instituciones del sistema de justicia penal son parte fundamental en el sostenimiento del sistema capitalista, colonial y patriarcal desde sus orígenes, constituyen una pieza central en la producción y reproducción de todas las violencias sociales, también contra las mujeres y personas LGBT.

La cárcel es una institución de tortura, un espacio que reproduce todos los mandatos de la masculinidad violenta. Resulta imposible que sirva para la deconstrucción del sexismo y la misoginia. Basta pensar en cómo son tratadas las mujeres, lesbianas y travestis encarceladas, los diversos y sutiles mecanismos a través de los cuales la violencia institucional adquiere características específicamente ligadas al género, la clase, la raza de las destinatarias del castigo. Abusos sexuales, requisas vejatorias, medicalización compulsiva, violencia ginecológica y obstétrica, control sobre la sexualidad y la salud reproductiva, ausencia de oportunidades de autonomía económica, entrenamiento para la domesticidad.

No permitamos que se utilice la violencia contra las mujeres como justificación para aumentar aún más el enorme poder discrecional, racista, colonial y profundamente patriarcal del sistema de justicia penal. No permitamos que, al tiempo en que se recortan los programas de educación sexual integral y acompañamiento en casos de violencia, se nos proponga como respuesta la eliminación de derechos y garantías constitucionales como las salidas transitorias o la libertad condicional, tal como ha sucedido recientemente en la provincia de Santa Fe.

No reproduzcamos las versiones morbosas y espectacularizadas de los medios que filtran datos de investigaciones policiales y fotos con las caras de los “sospechosos”. Esto reproduce la individualización y patologización de la violencia de género, dejando fuera las cuestiones estructurales y la responsabilidad del Estado en estos casos. No permitamos que nuestro discurso esté pautado desde la estigmatización y las prácticas vejatorias de la policía que sufrimos y denunciamos cotidianamente en los barrios de nuestras ciudades. No dejemos que nos vendan el estereotipo del violador serial cuando sabemos que la mayor parte de las violaciones y femicidios se producen en el hogar, en el marco de relaciones heterosexuales, no casualmente con una alta prevalencia de femicidios cometidos por miembros de las fuerzas de seguridad. No dejemos que nos gobiernen a través del miedo.

Necesitamos pensar en respuestas concretas, cuestionarnos qué hacer con los agresores, hacer de este tema el centro de la discusión de nuestras reuniones y asambleas. Nosotras no ocupamos las instituciones del Estado, gestionado mayoritariamente por hombres blancos, heterosexuales, de clase alta. Nosotras no escribimos las leyes, ni ocupamos los estrados judiciales, ni los espacios de toma de decisión política. Necesitamos entonces, más que nunca, la paridad en todos los espacios políticos. Llenemos las instituciones de mujeres feministas, hagamos contralor del funcionamiento de las instituciones del sistema penal, produzcamos información, exijamos espacios de discusión democrática sobre las políticas públicas, de prevención y respuesta integral frente a las situaciones de violencia.

Entrenemos, fortalezcamos nuestros cuerpos, hagamos autodefensa, construyamos redes de acompañamiento, no minimicemos los cuidados entre nosotras, sigamos deconstruyendo el amor romántico que nos mata, participemos de espacios amplios de encuentro donde compartamos estrategias y construyamos acciones transversales.

Esta no es una tarea que nos corresponda sólo a nosotras, los varones tienen mucho que hacer en todos los espacios que habitan. En primer lugar, preguntándose si realmente no sienten que tienen que cambiarlo todo cuando las mujeres, todas, les decimos que les tenemos miedo. A todos. Creo que esa sola idea es suficiente para romper los pactos patriarcales y salir a disputar a otros hombres las mil y una formas en las que refuerzan desde lo cotidiano el sostenimiento de este sistema.

En los espacios académicos y militantes también es necesario que trabajen junto a nosotras para pensar las estrategias concretas frente a la violencia contra las mujeres, en lugar de hablar del feminismo únicamente para criticar el “punitivismo” en el que “caemos”, en general adjetivándolo paternalistamente como “ingenuidad” o “trampa” (crítica que además no suele hacerse a ningún otro movimiento social).

Los feminismos son un movimiento político-teórico con una historia de más de 200 años, las herramientas teóricas y epistemológicas que ofrecen son fundamentales para que puedan escuchar y comprender las experiencias de opresión que todas relatamos y para las que necesitamos respuestas colectivas que los incluyen. Es hora de que se hagan cargo de su formación feminista.

Necesitamos pensar en el sistema de justicia penal y construir un feminismo antipunitivista con todas nuestras fuerzas. Nadie lo hará por nosotras pero, sobre todo, nadie lo hará mejor que nosotras. Nuestras vidas, las de todas, dependen de ello.

*Abogada feminista. Integrante de Mala Junta.

Foto: Gustavo Pantano

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