1 mayo, 2015
Baltimore y los datos del racismo en Estados Unidos
Los recientes asesinatos de jóvenes afroamericanos en Estados Unidos volvieron a traer al centro de la agenda un tema silenciado durante años: el racismo en el país del norte condiciona y define la vida social, profundizando la desigualdad.

Los recientes asesinatos de jóvenes afroamericanos en Estados Unidos pusieron de relieve una de las realidades de las que poco se hablaba sobre el país del Norte. A pesar de haber pasado 40 años de las grandes rebeliones contra el racismo, la “mejor democracia del mundo” sigue estando construida sobre pilares de una total desigualdad, no solo en términos de clases sociales sino también en términos raciales.
En Argentina hablaríamos de gatillo fácil. Los “negros”, en nuestro país, son los villeros, los morochos, los de las barriadas del conurbano y las periferias de las grandes ciudades del país. Los pobres. En Estados Unidos, los “negros” son los latinos y, sobre todo, los afrodescendientes.
La historia estadounidense está plagada de opresiones y luchas de los afroamericanos por su vida digna. Lucharon contra la esclavitud en el siglo XIX, por derechos civiles básicos en la década del 60 y siguen luchando por condiciones igualitarias de vida en pleno 2015.
Las estadísticas son apabullantes. Los varones jóvenes de origen afroamericano, desarmados, tienen 21 veces más posibilidades de recibir disparos de las fuerzas policiales que los de origen caucásico, según reporta Propublica.
En el barrio de Freddie Gray, el joven asesinado en Baltimore que suscitó masivas movilizaciones en todo el país, un tercio de los adultos no terminaron la secundaria y la mayoría de quienes tienen entre 16 y 64 años están desempleados.
La revista Time quiso graficar las continuidades del racismo en Estados Unidos con una tapa que dio la vuelta al mundo por su alto impacto simbólico. En ella se ve a un joven afrodescendiente correr perseguido por la policía. La foto data de 1968 y fue tomada en Baltimore.
Por su parte, Brave New Films editó un corto documental comparando la vida de un joven blanco y uno afroamericano. Los datos sistematizados son impactantes.
Enviaron centenares de curriculums a empresas y establecieron que aún con idéntica historia laboral y formación académica, aquellos cuyo nombre “sonaba a negro” tienen un 50% menos de posibilidades de ser convocados para el empleo.
Además, a la gente de origen afroamericano, según un estudio del New York Times, a la hora de comprar un auto, les recargan el precio un promedio de 700 dólares en relación a los blancos. Y si están conduciendo un vehículo, tienen el doble de posibilidades de ser detenidos por la policía, de acuerdo a datos del Departamento de Justicia y USA Today, entre otros.
A pesar de que el consumo de marihuana es parejo entre personas blancas y afroamericanas, estas últimas son cuatro veces más propensas a ser arrestadas. Las tasas de encarcelamiento entre unos y otros es seis veces superior para los negros.
En el sistema de salud, de acuerdo a una investigación de The New England Journal of Medicine, los médicos informan menos veces a los afroamericanos de enfermedades graves del corazón.
Dentro del sistema político, por otro lado, los representantes legislativos blancos responden menos veces las comunicaciones de sus votantes (en Estados Unidos es muy frecuente escribir a senadores y diputados para plantear reclamos o apoyos) cuyos nombres “suenan negros”. Esto ocurre tanto entre demócratas como republicanos.
“Si esto no es racismo, ¿qué es?”, se preguntan los realizadores del video.
Otro elemento para nada menor, puesto en cuestión hace tiempo en Estados Unidos, es cómo se vincula el racismo al sistema penal.
Mientras uno de cada 17 blancos tienen posibilidades de ir a prisión en su vida, entre los afroamericanos el índice sube a uno cada tres. Los factores por los que esto sucede son, obviamente, múltiples. La pobreza y la falta de acceso igualitario a la vivienda, destinando a las poblaciones negras a vivir en guetos, son algunos de ellos.
Pero además, el sistema penal en sí mismo carga con buena parte de la responsabilidad. El racismo del que se impregna la sociedad se expresa con creces en policías, jueces, jurados y fiscales. Todas piezas de un engranaje maquiavélico que conduce a una terrible desigualdad.
Los afroamericanos son más propensos a ser arrestados. Una vez arrestados tienen más posibilidades de ser condenados. Y ya condenados, es más factible que obtengan penas más largas.
Un claro ejemplo es, como bien marca otro video de Brave New films, el tema de las drogas. Apenas un 14% de los consumidores y aproximadamente un cuarto de los vendedores son afroamericanos. Pero el 34% de las personas arrestadas por delitos vinculados a las drogas son afrodescendientes. En el caso de personas condenadas por este tipo de delitos, el número alcanza el 46%. Al llegar a las prisiones, tanto las federales como las estatales, la mayoría de los reclusos por cuestiones vinculadas a las drogas son afroamericanas.
La tasa de encarcelamiento en Estados Unidos por esta causa es 10 veces más grande para afroamericanos que para blancos.
Pasaron casi 52 años de aquel famoso discurso de Martin Luther King donde expresaba su sueño ante millones que luchaban por los derechos civiles, pero muchas de las principales problemáticas no han cambiado en el país del norte. En el último tiempo esto se puso en relieve por la brutalidad policial y los múltiples casos de homicidios, pero el tema es mucho más profundo.
El desempleo, que en 2013 era del 7% para los blancos, en la población afroamericana llegaba al 13% mientras que el ingreso mensual promedio, en el mismo año, era un 26% más alto para los blancos.
Algunos líderes comunitarios y medios de comunicación llaman a los jóvenes de las barriadas a “manifestarse en paz”, luego de las movilizaciones radicales en varios puntos del país en repudio a los asesinatos policiales. Pero en una columna del New York Times, Charles Blow bien recordaba las palabras de la antropóloga afroamericana Zora Neale Hurston: “Si te mantienes en silencio sobre tu dolor, te matarán y dirán que lo disfrutaste”.
Julia de Titto – @julitadt
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