Medio Oriente

4 agosto, 2014

1967: el cambio de época más rápido de la historia

El 5 de junio de 1967 comenzó la llamada «Guerra de los seis días». Fue el punto de quiebre en la historia reciente de Medio Oriente, cambiando la correlación de fuerzas geopolítica entre Israel y sus vecinos árabes. Además estableció las condiciones de la lucha actual del pueblo palestino por su independencia.

El 5 de junio de 1967 comenzó la llamada «Guerra de los seis días». Fue el punto de quiebre en la historia reciente de Medio Oriente, cambiando la correlación de fuerzas geopolítica entre Israel y sus vecinos árabes. Además estableció las condiciones de la lucha actual del pueblo palestino por su independencia.

A poco del nacimiento del Estado de Israel en 1948, se produjo el primer gran contingente masivo de inmigrantes: 500.000 judíos provenientes de los países árabes, quienes escapaban en muchos casos del hostigamiento y hasta las expulsiones de sus países de origen.

También por esos años se sancionó una ley fundamental para el nuevo Estado: la llamada “ley de retorno”, que establece que cualquier judío o descendiente de judíos hasta tercera generación en el mundo, tiene derecho a emigrar a Israel y recibir ciudadanía. El judaísmo se prueba mediante cualquier documento religioso, propio, de padres o abuelos. Al mismo tiempo, la jurisprudencia posterior estableció el derecho de ciudadanía para los conversos, (por la rama ortodoxa del judaísmo) y la pérdida del mismo para los convertidos a otras religiones. Esta ley constituye una contradicción y una ambigüedad del proyecto sionista, en teoría laico, pero en los hechos, sumamente dependiente de concepciones religiosas sobre la identidad judía.

En paralelo al crecimiento de Estado judío comenzó en el mundo árabe a producirse el ascenso de un proyecto político y nacional que se extendió con matices hasta la actualidad: el socialismo árabe. Entre 1952 y 1953 Gamal Abdel Nasser se hizo con el poder en Egipto y en 1963, el partido Baath triunfó simultáneamente en Irak y Siria.

En el marco de las fronteras delimitadas por las potencias coloniales, las nuevas élites formaron un proyecto basado en la identidad nacional árabe, la solidaridad entre los países en los cuales estos procesos se habían llevado a cabo (y de manera más limitada y tensa, con otros países árabes en los cuales predominaban gobiernos conservadores, como Jordania o Libano), y una fuerte presencia del Estado en el marco de una economía socialista.

De hecho, la primera medida contundente en este sentido fue tomada por Egipto al nacionalizar el canal de Suez (1956). A la invasión de Gran Bretaña y Francia, se sumó Israel (debido al bloqueo egipcio del estrecho marítimo de Tirán). Rápidamente, EE.UU. y la Unión Soviética, las nuevas potencias mundiales, dejaron en claro que no tolerarían de las antiguas metropolís la menor intromisión en la región, dándole a Nasser una victoria política fundamental y marcando el inicio de una nueva era en la región.

El “problema palestino” era en ese entonces uno de los elementos centrales, uno de los reclamos más sentidos de la población árabe en general. La demanda de una posible guerra final contra Israel, que expulsara al sionismo y le diera al pueblo palestino soberanía sobre el total del territorio, estaba muy presente.

Esta actitud de rechazo absoluto a la existencia de Israel, con las heridas del holocausto todavía frescas, era percibida por una gran parte de la opinión pública mundial de manera negativa. Incluso muchos intelectuales de izquierda, que simpatizaban con el proyecto colectivista-socialista de los kibutz, tenían simpatía por el nuevo Estado, algo que hoy parece impensable.

El cambio de percepción de Israel a nivel mundial está asociado, sobre todo, a la aparición de la resistencia armada nacional palestina y la política israelí desarrollada desde la gran bisagra que tiene sin lugar a dudas este conflicto: «la guerra de los seis días».

Producto de la ya mencionada animosidad creciente entre Israel y sus vecinos árabes, el conflicto bélico se detonó con la expulsión, en mayo de 1967 por parte de Egipto, de un cuerpo militar de contención y separación de la ONU en el Sinaí. Esto fue acompañado del despliegue de tropas egipcias, así como un nuevo bloqueo del estrecho de Tirán.

Ante esta situación de amenaza, el gobierno israelí decidió actuar de manera “preventiva”. Y, basándose en informes de inteligencia, el 5 de junio lanzó una serie de ataques simultáneos que provocaron un daño irrecuperable sobre diversos blancos militares egipcios y sirios. Jordania, ya en ese entonces alineada con Occidente y enfrentada a los socialistas árabes de Egipto y Siria, decidió no obstante unirse a la contienda, al igual que Irak. Pero Israel en solo seis días derrotó, y de manera abrumadora, a todos sus vecinos avanzando así sobre territorios que hasta ese entonces, estaban bajo la jurisdicción de estos.

Israel ocupó, de Egipto, la Franja de Gaza y toda la península del Sinaí, de Jordania, todo el margen occidental del río Jordán o “Cisjordania”, (incluyendo la otra mitad de Jerusalén), y de Siria, los Altos del Golán.

Mapa Guerra 6 días

Seis meses al cabo del alto al fuego que dio por terminada la guerra, la ONU emitió su resolución 242. El organismo exigió, en primer lugar: A) El retiro de las fuerzas israelíes de los territorios ocupados y la vuelta a las fronteras con anterioridad a 1967; B) El “respeto y reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia política de todos los Estados de la zona y su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas(…)”, lo que puede entenderse como una exigencia a los países árabes de reconocimiento al Estado de Israel; y C) Una “solución justa al problema de los refugiados”, que hace referencia al problema de los palestinos expulsados de sus tierras durante la guerra de 1948.

El día después del 67

El resultado de esta guerra cambió por completo la región. No solo en términos territoriales o militares. Sobre todo alteró para siempre la geopolítica y hasta la política interna de los países.

En los Estados árabes, el desenlace de la guerra fue vivido como una tragedia. El proyecto político del socialismo árabe quedó sumamente herido, después de la muerte de Nasser y ascenso de Anwar el-Sadat en Egipto, y la llegada al poder de Hafez Al-Asad a Siria en 1971, comenzó a experimentar un proceso de decadencia y derechización, y un sostenido acercamiento a Occidente, que constituyó, a todas luces, una traición a los ideales fundacionales de ese proyecto.

En Israel, la euforia de la victoria cambió para siempre la manera en que los israelíes se percibían a sí mismos y eran percibidos en todo el mundo: del débil e inocente “David” enfrentado solo, contra todos sus enemigos árabes, al poderoso ejército capaz de derrotarlos a todos en solo seis días, y avanzando sobre nuevos territorios.

Según el gobierno laborista de aquel entonces, estos territorios serían solo “prendas” para intercambiar por paz y reconocimiento de sus vecinos. Sin embargo, el desarrollo posterior de los acontecimientos demostró estar bastante lejos de esta versión, y más cerca de las acusaciones que empezaron a surgir desde todos los sectores de izquierda con posterioridad: que Israel se había transformado en un país imperialista y que había recrudecido sus ambiciones territoriales.

Fue también la condición de posibilidad fundamental para la emergencia de un trágico fenómeno que continúa hasta la actualidad: el surgimiento del movimiento colono israelí.

Finalmente, en el pueblo palestino, también se produjeron cambios irreversibles. Por un lado, la situación se volvió todavía más apremiante: los dos territorios en los cuales habían gozado de cierta autonomía bajo dominio egipcio y jordano, ahora se encontraban bajo ocupación de sus enemigos sionistas. Además, Israel instauró en los territorios un gobierno militar, que sistemáticamente persiguió y censuró toda actividad política, encarceló dirigentes e intelectuales, practicó la tortura, etc. Por otro lado, el fracaso de los países árabes para ofrecer una respuesta al “problema palestino”, demostró a estos que solo ellos mismos serían capaces de obtener su liberación.

La causa palestina, tal y como la conocemos, de resistencia armada de los propios palestinos, nació en este momento. El contexto de derrota de los Estados socialistas árabes y de ocupación colonial, exacerbó y solidificó la identidad nacional palestina, al poner en sus narices no solo una historia trágica en común si no, sobre todo, una responsabilidad de lucha que estaba ahora más que nunca, solamente en sus manos.

Joaquín Zajac – @joaquinitoZ

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Notas