El Mundo

29 marzo, 2014

El país de los millonarios

En el año 1946, después de la Segunda Guerra Mundial, un país europeo logró algo único hasta entonces. Todos sus habitantes fueron millonarios al mismo tiempo. No, no era una potencia. La Hungría de posguerra fue testigo de la hiperinflación más aguda de la historia y de emitir el billete más grande que jamás haya impreso un país.

Santiago Mayor

@SantiMayor

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Durante la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945) Hungría fue parte del Eje, junto a la Alemania nazi, la Italia fascista y el Imperio de Japón. Desde 1944 además, estuvo ocupada por las fuerzas armadas alemanas hasta el ingreso del Ejército Rojo (Unión Soviética) y el fin de la guerra.

La retirada alemana (llevándose todo el oro del tesoro nacional) sumada a la destrucción de gran parte de la infraestructura como consecuencia del conflicto bélico y además la deuda que los países aliados le hicieron pagar en calidad de “reparaciones de guerra” dejó a la economía húngara en una situación muy delicada. El 90% de los establecimientos industriales estaban destruidos o dañados en 1945. A su vez la deuda con los países aliados (puntualmente la Unión Soviética) ascendía a 300 millones de dólares de aquella época, el equivalente a casi el total de las divisas que Hungría adquiría anualmente.

Frente a la falta de respaldo en oro y el estancamiento productivo del país, la emisión de moneda impulsada por el gobierno llevó rápidamente a un alza en el tipo de cambio y una hiperinflación acelerada que comenzó a mediados de 1945. En 1941 un dólar costaba 3,5 pengős (la moneda húngara) y con un pengő se compraba una barra de pan. En abril de 1946, con la hiperinflación ya disparada, una rebanada de pan costaba 450 mil pengős y en julio de ese mismo año 6 mil millones.

Entre enero y julio de 1946 el salario real cayó un 85%. En esos meses de locura se llegó a instaurar el «sueldo calórico» por el que el trabajador era retribuido atendiendo a sus necesidades alimenticias. Una persona con un empleo que requiriese un gran esfuerzo físico cobraba un salario mayor que otra que ejecutase una tarea técnica. Además los salarios se llegaron a pagar cada cuatro horas ya que los precios aumentaban 200% cada día.

Fue en aquella época que en Hungría todos los habitantes fueron millonarios. Los salarios llegaron a ser de trillones de pengős mensuales aunque difícilmente alcanzaban para comprar algo. De hecho los productores agropecuarios dejaron de aceptar billetes y se extendió la práctica del trueque. De esa forma muchas personas lograron sobrevivir ya que, entre otros problemas, resurgió la desnutrición en el país, un mal que había sido erradicado varios años antes.

El promedio de inflación diario en la semana final de la hiperinflación permaneció en 158.486%. Y ese mes de julio de 1946 Hungría alcanzó el record: la inflación mensual se elevó a 41.900.000.000.000.000%, o sea 42 mil billones de puntos porcentuales, el guarismo más alto registrado en la historia.

Por ese entonces circulaba también el billete con la denominación más alta que un país haya emitido, el de cien trillones de pengős (que equivalía a una milmillonésima parte de un céntimo de dólar). Durante ese mes también se imprimió el billete de mil trillones de pengős pero nunca llegó a ser puesto en circulación. En ese marco, para ahorrar dinero el gobierno húngaro reutilizó billetes viejos sellándolos con nuevas denominaciones y, debido a las denominaciones tan elevadas qué hacían imposible mostrar la cantidad de ceros en cada papel se establecieron sistemas para renombrar los billetes. Así nacieron los “milpengő” que equivalían un millón y luego los “b-pengő” a un billón.

En agosto de 1946 el Estado húngaro reemplazó el pengő por el florín con una equivalencia de 400.000.000.000.000.000.000.000.000.000 (400 mil cuatrillones) de pengős por cada florín. Al momento de este cambio de moneda, todos los pengős circulantes en Hungría equivalían a la décima parte de un centavo de dólar.

El florín, respaldado en oro, logró lo que se conoce como “el milagro de la moneda húngara” ya que pocos meses después estabilizó la inflación en un 8,5% anual. Actualmente sigue siendo la moneda vigente en el Estado del este europeo que supo ser, por algunos meses de 1946, el país donde todos fueron millonarios.

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